ESCRIBE: Percy Vílchez Vela

Nadie en su sano juicio podría asombrarse de la destreza de una vulgar cabra encerrada. En su biografía ese animal no registra ninguna habilidad reconocida, ni algún atisbo de inteligencia. La literatura escrita no evidencia ninguna cabra ejemplar o digna de correr ejemplares aventuras como el viejo caballo de don Quijote. Afortunadamente, ningún mediocre escriba de literatura infantil y juvenil ha tomado a ese ejemplar como modelo para contar historias o para fabricar episodios disparatados para engatusar a los pobres estudiantes. De manera que la pobre cabra seguía en el rotundo anonimato. Pero las cosas acaban de cambiar. El hecho sucedió recientemente en la ciudad de Nueva York, donde una doméstica cabra alcanzó los predios de la fama efímera cuando escapó de una jaula. 

El dueño del animal se tomó el trabajo de filmar la manera como la cabra huyó del encierro. Sucedió que en el video se observa que el espécimen se coloca en una especie de balancín para luego darse un pequeño impulso y golpear con precisión un punto determinado de la verja de su jaula. Esta se abrió automáticamente y el animal pudo salir a pastar en los alrededores. Desde luego, esa habilidad abridora es digna de cualquier primate cuya inteligencia es rudimentaria. La cabra de está crónica simplemente apeló a su instinto y pudo salir a otra parte para ocuparse de asuntos normales de su vida zoológica. El inquietante asunto es que ese video cabrero se volvió viral en un segundo. 

Semejante auditorio nos pareció sospechoso y no revelaba ninguna destreza sobresaliente de la cabra sino la estupidez del público contemporáneo. En efecto, la necedad se ha vuelto universal y la vigencia de burradas y tonterías revela que el progreso de los medios de comunicación es en realidad la comprobación de que los idiotas son legión. Eso resalta mejor cuando se enciende el televisor. Uno entonces puede ver, asombrado, exasperado, cómo esas figuras compiten entre ellos por hacer y decir las más logradas estupideces. De esa manera se desperdicia un medio fabuloso que podría convertirse en un vehículo de fértil entretenimiento o en emisario de la difusión de la cultura. Cuando se abre algún periódico se encuentra uno con la abundancia de la estupidez.

¿Cómo puede ser posible que determinado periódico capitalino en el Perú gaste las páginas centrales en graficar o noticiar la vida, milagros, trastadas, metidas de pata y hasta mutuos adulterios de las figurillas de la farándula, la televisión y la cumbiamba? ¿Qué de importante pueden tener esos artistas de tres por cuatro que se prestan al necio juego de la trampa y la pendejada para hacer noticia? ¿Qué honda necesidad tienen realmente los lectores y lectoras para enterarse de las andanzas de esos payasos del baile y la diversión entre cámaras? ¿No es acaso una degradación que las necedades y estupideces de unos cuantos dominen las emisiones de los medios de comunicación actuales? ¿En el presente estamos más comunicados o más expuestos al embrutecimiento? 

El caso del viralismo de la cabra mencionada desató el asombro de los estúpidos ante cualquier cosa anodina o caso banal. Es una prueba contundente de que los idiotas y necios son más, como dice la Biblia. Lo peor que podría pasar ahora es que gente sin talento y sin escrúpulos convierta a esa cabra en un ser de letras, dotándola de una inteligencia superior al promedio. O en una figura central de la perniciosa y nociva literatura para niños y adolescentes, lacra que apadrina el último lugar en comprensión de lectura. Entonces los estudiantes de este país crecerían acosados por las habilidades de una cabra supuestamente bien dotada que hasta hablaría un idioma humano.