ESCRIBE: Percy Vílchez Vela

El hamponaje iquiteño prosigue incrementando su campo de acción. La mente de esos sujetos no descansa y busca abrir nuevos ámbitos para sus torcidas acciones, mientras que las autoridades no saben qué hacer. Antes, hace poco, era impensado que una banda asalte a vehículos que reparten comestibles, artículos, gaseosas, cervezas y otros bienes. Las calles y lugares estaban libres de amenazas, inclusive. Pero las cosas cambiaron y en cualquier momento y lugar pueden aparecer los delincuentes, tal y como ocurrió en la calle 20 de Diciembre en el populoso distrito de Belén.

Sucedió que un camión de la empresa distribuidora Pragsa iba y venía entregando productos a los negocios de la zona. De pronto, como impulsado por un resorte, apareció una moto con 2 pasajeros. Era las 5 de la tarde cuando los sujetos procedieron a embestir el vehículo detenido ante una tienda. La venta del día era el botín codiciado y los hampones se llevaron 6 mil soles. Y después huyeron por la carretera que lleva al poblado de Cabo López. La alerta entonces se prendió entre los numerosos vehículos que diariamente realizan ventas itinerantes. La inseguridad ha visitado a esos vendedores que no tienen ahora ninguna protección.

El asalto callejero se ha desbordado entonces en una ciudad asediada por otros delitos. El hecho de repartir productos se ubicó en la línea de mira de los hampones. Y ese tipo de delito se ha sumado a los delitos conocidos. Los iquiteños dejaron de vivir en una urbe sosegada y hoy por hoy tienen que vivir en el pánico de caer en cualquier momento en manos de los delincuentes. Lo peor de todo es que no existe un plan de acción para enfrentar a ese desborde. Las autoridades de turno vegetan en medidas estériles, en soluciones vanas. Nadie tiene la estrategia requerida para acabar con los delitos. ¿Qué espera entonces a los iquiteños?