Las historias sobre lo sucedido con la Shoah nos muestran la tragedia humana. En esos campos del horror donde la dignidad humana estuvo por los suelos. Falta entender el trabajo comedido de la burocracia para cumplir y ejecutar la decisión final del exterminio en los campos de concentración. No entra en la cabeza cómo la humanidad hizo poco para sofocar millones de muertes, se cruzaron de brazos como muchas veces sucede en las crisis humanitarias. Aquí en Europa se ve a diario con la tragedia de los refugiados y desplazados que huyen de sus países de las guerras y la respuesta europea es blindarse como puede ante la invasión de los bárbaros que, muchos están planteando reformular el sistema de asilo y refugio, hacerlo menos accesible. Desgraciadamente, luego se han sucedido y suceden muchas situaciones sobre la Shoah que nos refieren que poco hemos aprendido. Esa sensación de incertidumbre de lo que podemos hacer me pasó en el Memorial de las Víctimas en Kigali, Ruanda. Me llené de preguntas sin respuestas. Al hilo de estas preguntas, el inicio del estío me llegó la novela El gueto interior de Santiago H. Amigorena, escritor argentino afincado en Francia. Narra una gran historia de esos desgarros que sufrió la humanidad por la imposición nazi. Una madre que vive en Varsovia escribe a su hijo en Buenos Aires, él había emigrado a esas tierras australes en busca de una vida mejor. Las cartas son escritas en el contexto de la hostilización en el gueto de Varsovia. Son tres cartas de la madre que ha servido para imaginar a Amigorena. En la presentación de la obra el autor dijo que las historias tienen unos pocos trozos de verdad, pero en lo demás es pura fantasía, es la imaginación compasiva que brota a lo largo de esta obra bien urdida. Desde la distancia el hijo que vive en Buenos Aires ante la tremebunda situación que se vive en el gueto que se va enterando por las reseñas de noticias, por las cartas de su madre, de los amigos, mientras él va entrando en un hermético silencio que no le confiesa ni a su mujer para no hacerle daño. Toda su culpa, angustias, reproches, sus frustraciones y anhelos se los cocina y digiere solo ¿se pueden imaginar tener las noticias de tu madre a cuentagotas y a tremenda distancia? ¿Por qué no le insistió que se mudara a Buenos Aires? El abuelo de Amigorena se inunda de culpa de la que no se repuso mientras vivió. En estos momentos de pandemia cuantas historias muy parecidas a este gueto interior hemos vivido. La novela es una estocada a la conciencia.

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