Papa cumple ochenta años. Sí, mi padre ha cumplido ochenta años y, como no, viajando como es su ley y pasión de un lado a otro de la floresta. El nos inculcó ese entusiasmo por los aviones y los viajes, aunque admito que con el paso de los años me pongo muy tenso al tomar el avión. No es fácil escribir sobre una persona biológica y sentimentalmente muy cercana. La distancia óptima puede resbalar en la primera esquina pero intentaremos. Mirando los achaques que porto a los cincuenta y pocos, cumplir ochenta años es todo un logro y mi padre con las dolencias propias de los años, muy pocas, se mantiene muy activo. Richard Ford, escritor norteamericano, llama a esta edad de los quincuagésimos la del período permanente, en una de sus novelas cuyo protagonista peina los cincuenta tacos y está aquejado de la próstata, pero de permanente esta edad tiene muy poco, los agobios existenciales se multiplican pero eso es otro rollo. Volvamos a mi padre. En los momentos difíciles que han sido muchos mi viejito ha sabido mantener el tipo y eso es de apreciar. Ha habido en este periplo de vida momentos dulces y amargos, al hacer las sumas y restas, el resultado es con un saldo a favor. Creo que todos los hijos hemos heredado de él lo cabezota que es. Una idea, un proyecto que pasa por la cabeza no se detiene hasta conseguirlo y eso nos pasa a la prole. Muchas veces, se deja llevar por el instinto razonado, la filósofa Martha Nussbaum, señala que es una emoción cognitiva, y vaya que lo es. A veces suele dejar amarguras pero también barriles llenos de alegrías. Desde pequeños ha insistido que leyéramos (uno de sus mejores legados), es un vicio que no lo he dejado aunque creo que mis sobrinos y sobrina lo siguen con cierta resistencia, ojalá me equivoque si no el legado de mi padre sería en vano. En política coincidimos poco o casi nada pero creo que se debe a la narrativa personal de cada uno. El es más pragmático que yo, no le da tantas vueltas a las cosas. Sabe esperar y argumenta como un letrado las puyas en cuestiones de política. Hemos reído, discutido, dialogado y mil situaciones más (he tenido la bendita suerte de ver con él, por la tele en Madrid, cuando el Real Madrid conquistó la décima). Es un regalo tenerlo.

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