La mañana de un candente día, cuando los famosos chinos constructores eficaces, arribaron a Iquitos hubo jolgorio entre las víctimas del acantarillado. Era el momento de la reivindicación ya que el Estado peruano había contratado a los veloces y vertiginosos hacedores de un hospital en 10 escasos días para que acaben de una vez por todas con el tristemente célebre alcantarillado de Iquitos. Era el momento del optimismo pero todo se frustró debido a que los constructores eximios  no pudieron con esa obra. Hasta ahora tratan de enterrar los tubos, de conectar las redes y de evitar los males que ocasiona esa pésima que ya ha costado una millonada. Pero el infierno aparece sobre todo cada vez que llueve.

Entonces la antigua ciudad de los caucheros ignorantes se inunda de cabeza a pies y nadie puede transitar por aquella urbe desdichada. Es el momento en que, desde varios puertos contiguos, de incontables embarcaderos próximos,  aparecen las embarcaciones fluviales que se encargan de mantener el trafico hasta que pase la lluvia y hasta que se acabe la inundación. Las cosas no pueden seguir así. Según muchos Iquitos debería estar debajo del agua y los chinos están ahora  en hacer esa obra que costará al país un ojo de la cara. Pero eso no importa ya que se especula sobre los ingresos turísticos gracias a una urbe bañada por las aguas que deja fluir el mal alcantarillado.

Es posible que dentro de poco Iquitos sea la única ciudad sumergida del planeta. A eso apuestan los chinos que así tratan de disimular el fracaso que les agobia y ya se observa  el arribo de casas prefabricadas y flotantes que reemplazarán a las casas normales. Lo único que preocupa a los expertos es aprender a vivir dentro del agua. Pero hoy en día hay equipos especiales que hacen respirar hasta en el averno. Es la época de la ciudad inundada hasta el cuello el futuro que espera a la urbe afanosa que vive aislada del resto del mundo.