En el remoto desierto de Atacama aterrizó la nave circular e interplanetaria que navegaba utilizando un tipo de energía cósmica que nunca se acababa. De las diferentes puertas de dicho aparato bajaron fuerzas armadas con palos y cinturones. Era el tenso momento en que los antiguos chilenos iba a ser obligados a partir en un largo viaje. La travesía era la única solución que el consorcio de naciones encontró para detener los insólitos desmanes de ese país que no quería acatar el veredicto de los jueces de la Haya.  La nueva ofensiva comenzó después de que aceptaron hidalgamente que no habían inventado la alimentación a base de carne de gato. Pero poco después volvieron a las andadas  y salieron con el cuento de que hasta la mundialista selección peruana era de ellos.

Cuando el mandamás de la Fifa les aclaró el asunto, renunciaron a esa entidad de mala manera y no fueron al mundial del Brasil. Destruyeron todas las pelotas, sepultaron los estadios y declararon al cachito como nuevo deporte nacional. Descontentos con ese radicalismo, trataron de demostrar que el caucho natural era originario de la zona del río Maule. El mayor productor del mundo de ese recurso que alguna vez enloqueció a los amazónicos, Tailandia, presentó la  queja pertinente. La cosa fue bárbara,  porque las otras naciones que todos los años celebraban el Rubber Day o Día  Mundial del Caucho le declararon la guerra sin cuartel a los chilenos. La única manera de evitar que siguieran con los mismos estribillos fue expulsarles de la tierra.

En la ruta de viaje por los abismos del espacio la nave no podrá retornar el punto de partida, ni podrá  atracar en alguna parte. Ello significa que tendrá que navegar de por vida y hasta el fin del tiempo, el inicio de la eternidad o cualquier otra circunstancia no contemplada en la historia de la humanidad.