En una entrevista realizada por Martín Hidalgo y María Alejandro Campos publicada el domingo en el diario “El Comercio” el congresista Rolando Reátegui rompe su silencio y rompe varios mitos en torno a las agrupaciones políticas. “Nosotros siempre hemos actuado con los principios de unidad, disciplina y lealtad” llega a decir al inicio de la conversación. Sin embargo, la lideresa Keiko Fujimori rompió esos principios ya que siempre señalaba que en el proceso judicial sobre el financiamiento de las campañas “no existe nada” pero cuando la investigación avanzaba “Keiko dice que en este proceso la responsabilidad es individual”. Ya sabemos a qué ha llevado esas expresiones.

La crisis, contrariamente a lo que se podía pensar, en Fuerza Popular comienza cuando se designa a los candidatos al Congreso de la República en todas las regiones. Lo que hicieron en San Martín -y provocó la molestia general de dirigentes y bases- también lo repitieron en Loreto. Si en San Martín el fujimorismo andaba sólido con un gobernador como Víctor Noriega de clara posición “naranja” no había por qué convocar a invitados. “Los candidatos de todas las bases eran Talita Rojas, el que te habla, y del partido pusieron a Esther Saavedra y a Gilmer Trujillo. A ellos [Saavedra y Trujillo] los pusieron a dedo, los impusieron. Tú dices que este es un partido democrático, y no practicas adentro la cuestión democrática”. Esos impuestos eran de la cúpula keikista que dirigían con demasiado desconocimiento de la realidad regional Pier Figari y Ana Hertz. En Loreto sólo dos ejemplos de esta imposición absurda: Patricia Donayre y Juan Carlos del Aguila. La primera cuando trataba de explicar su inclusión en un grupo del que antes era férrea opositora se limitaba a decir, entre otras inexactitudes, que su cercanía a Susana Higuchi le había permitido lograr la aprobación de Keiko. El segundo nunca ha explicado con sustento su inclusión y quizás ni falta que haga. Ambas inclusiones demostraban que Fuerza Popular no era ni democrático y que estaba manejado por una cúpula dañina para su crecimiento. No se podía hablar de democracia y no practicarla, dice Reátegui y admite que “Keiko impuso a dos candidatos”, refiriéndose a San Martín. Para Loreto fue lo mismo.

Si eso fue en el ambiente político en el judicial no era distinto. Con las declaraciones de Keiko sobre las responsabilidades individuales, Reátegui llega a la conclusión que “la lealtad es bidireccional, de los dirigentes a los líderes y viceversa”. Con eso la lideresa estaba diciendo que “cada uno baila con su pañuelo. Por eso yo acudí a la Fiscalía”. El congresista se da cuenta que en la recaudación y distribución de fondos se apelaba al colectivo y cuando se judicializa los aportes se individualiza las responsabilidades con lo que tenía a su esposa -inicialmente con pedido de prisión preliminar y preventiva- y parte de su familia en un problema en el que se los había metido.

Los hechos recientes encuentran mejor explicación en los acontecimientos del pasado. Entre los que iban a suceder a Luz Salgado se encontraba Rolando Reátegui. Defensor del fujimorismo y hombre provinciano que ponía el pecho y la palabra para defender a Keiko y compañía. Una tarde Reátegui apareció ebrio en los “Pasos perdidos” del Congreso y la prensa notó su embriaguez y él no hacía nada para evitarlo. Luego se supo que Luis Galarreta -por decisión de Keiko- asumiría la Presidencia del Congreso. No es aventurado afirmar que cualquier parlamentario hubiera realizado una mejor gestión que Galarreta. Rolando Reátegui entre ellos.

A los errores políticos atribuidos a Keiko Fujimori por la mala y autoritaria designación de los candidatos con lo que se debilitó a Fuerza Popular -además de colocar a oportunistas y tránsfugas- está la batalla judicial por los aportes de campaña que comenzó mal porque negaron la identidad de los aportantes marcando el inicio de la reclusión de la lideresa cuando debió ser el fin, con tan sólo decir de dónde y de quiénes venía el billete.