Las hazañas tienen un origen o un antecedente —por así decirlo­— que no siempre suele ser alentador, pero merece traerlo a la vida para recordarnos que no fue fácil lograr lo no pensado.

Probabilidades favorables, hace un año, de una clasificación al Mundial Rusia 2018 no existían para la selección — lo uso de ejemplo como aprovechando el aire mundialista de estas semanas—. Aunque nos parezca extraño, casi nadie de la prensa deportiva internacional daba porcentajes alentadores sobre nuestra presencia en la Copa del Mundo.

Todos sentimos los primeros rastros de felicidad por el regreso a un mundial después de 36 años. Por supuesto, lo alcanzado no era cuestión de suerte o rituales, pues se debió a una planificación pensada a largo plazo con tareas, decisiones y ejecuciones, algunas acertadas, y otras —que si las hay— descartadas en el proceso. La participación de la selección trajo como sorpresa muchas sensaciones a la sociedad peruana. La culminada fase de grupo (ayer para el Grupo C) la hemos vivido de forma intensa. El partido de debut contra Dinamarca iniciada con optimismo, invadidos por el nerviosismo y la duda en el duelo ante Francia, y una despedida de esta fiesta futbolera a lo grande, no olvidando el sinsabor de que se pudo haber alcanzado algo mejor.

De cualquier modo, aquellas sensaciones son colectivas para gran parte de la población, haciéndonos sentir miembros de una hermandad, que por cierto nos hace estar orgullosos de ser peruanos. El futbol, hoy en día, —ya antes lo empezó la gastronomía­— en palabras del politólogo Carlos Meléndez: “Se ha convertido en el protagonista de nuestra narrativa nacional de orgullo, diversidad e integración”.

Tenemos la oportunidad como ciudadanos de aprovechar las emociones que estamos viviendo para despertar en el resto de nuestros compatriotas el interés por trabajar conjuntamente a favor de la construcción de un mejor país donde se pueda mejorar nuestra calidad de vida.

Al igual que nuestros seleccionados, existen personas a diario que me hacen sentir orgulloso de haber nacido en el Perú y que me motivan a seguir en esta lucha contra la mediocridad. Por ejemplo, encontrar a un joven leyendo un libro en vez de estar condenado como muchos de su generación a desperdiciar el tiempo en el celular, ser testigo del acto de honestidad de un niño quien devuelve la billetera caída de un transeúnte, o transportarme en un mototaxi cuyo conductor es consecuente respetando las normas de tránsito.

Empecemos por felicitar las buenas prácticas de ciudadanos que, desde sus escuelas, hogares, centro de trabajos, círculos de amigos contribuyen con la meta de mejorar como sociedad. Exijamos a nuestras autoridades a cumplir con las leyes y sus planes de gobierno. Defendamos a nuestros maestros en su lucha por recibir una mayor remuneración, por mejorar la infraestructura educativa, por erradicar la enseñanza conservadora de sectores religiosos que nos apartan del respeto y la tolerancia por la diversidad en cualquiera de sus dimensiones. Promovamos la conservación de nuestras áreas naturales evitando la explotación de los recursos en las mismas, creando un mejor sistema de manejo de residuos sólidos, generando el hábito del ahorro y el reciclaje. Despertemos en nuestros niños el interés por aprender una educación para la vida, recibiendo por ejemplo el enfoque STEAM (siglas en ingles de ciencias, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas), ya que, las ciencias y las matemáticas están siempre rodeándonos.

Entonces, seremos todos capaces de hacer como nuestros mundialistas, para así estar orgullosos por nuestras hazañas.