Se alegrará

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Fue un partido entre algunos de los egresados en 1982 y 1983. Porque aquellos jugábamos al fútbol con alma, pasión y vida. Nuestros ratos libres lo dedicábamos a darle al balón. Unos habían emigrado a Lima para estudiar y algunos se fueron a la capital de la República con el propósito de engañar a sus padres. Otros se habían quedado en Iquitos a vagabundear y los fines de semana y los otros días también se dedicaban a pasarla recontra bien. Nuestro reencuentro era en torno al fútbol, deporte que nos había dado grandes logros durante los años, especialmente los tres últimos, escolares.

Una de esas tardes, entusiasmado por el entusiasmo que nos salía por los poros, Maurilio Bernardo Paniagua, subió a su habitación y bajó con una botella de champagne y brindamos por la alegría de vivir. Después de todo, ¿hay algo más importante que estar vivo y con buena salud?. Y el cura Maurilio, desde aquel diciembre de 1984, esperaba los fines de año para compartir una charla larga y tendida con quienes habíamos sido sus alumnos y tratábamos de convertirnos en sus amigos. Hasta colgaba, creo, un silbato para soplarlo cuando le diera la gana. Y es que Maurilio disfrutaba con los jóvenes. Nos regañaba, cuando nos merecíamos y nos felicitaba, también cuando lo merecíamos. Trataba siempre de ser justo. Y cuando nos veía correr detrás del balón con la rapidez que da los años mozos se alegraba junto con nosotros.

Estoy segurísimo que se alegrará donde quiera que esté porque esos partidos iniciales hoy se han inmortalizado. Es una de sus obras. Que los exalumnos agustinos nos juntemos cada vez que podamos para confraternizar, jugar algún deporte y conversar de lo que sea. Y si por ahí podemos cantar el himno del colegio, mejor.

Más que jugar, ya quizás llevado por la más de cuatro décadas de vida, confieso que me divierto más viendo cómo juegan mis compañeros que haciéndolo yo mismo. Ver que algunos se desesperan por ganar, otros que presionan para alinear es un disfrute de la patada. Reencontrarnos por el deporte es ser agustino. Sudar la camiseta y esas ganas enormes de no perder, es ser agustino.

Por eso, solo tengo palabras de agradecimiento –como hace cerca de tres décadas- hacia quienes hacen posible que nos juntemos cualquier día en el patio del colegio a jugar, bromear, tomar y vagabundear con las moderaciones del caso. Porque mi generación –seguro como otras promociones- ha perdido a sus discípulos. Maurilio en primer orden, Marco “el chino” Santillán, Carlos Zubiaur, Moisés del Castillo, ahorita nomás, y otros más, como Memo Silva, en cuya memoria siempre habrá un minuto para el silencio y el rezo para sus almas, como nos enseñaron en las aulas.

Y entre los que quedamos, como Richard Vinatea, Masho Salazar, Frank Alván, William Ferreira, Clarito Tuchía, Germán Torrejón, Lucho Macedo, Rodrigo Rodríguez, Zumaeta y muchos más, siempre tenemos que darnos tiempo para jugar, que es una forma de ser felices. Y en este propósito que nos acompañen peloteros entrañables como Loreto Orbe, Martín Mesía, Pepe Tafur, Bill Jarama, Potrillo Carrillo, Loro Otero, Héctor Wong y muchos más, ya es para gritar a todo pulmón “porque querer es poder y Agustín es el gran doctor…”. Snif, snif, snif.

2 COMENTARIOS

  1. JAIME PORQ NO ACTUALIZAN EL DIARIO DESDE EL VIERNES NO CAMBIAN LAS NOTICIAS, UN ABRAZO Y GRACIAS.

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