Por Miguel Donayre Pinedo

Cada mañana suelo hacer un repaso por los titulares de la prensa escrita por internet. Sí una noticia me interesa o tiene mordiente me detengo en ella, sino paso de largo. Es un ejercicio casi meteorológico, es como ver cómo va el tiempo en el ágora. Suelo seguir las noticias de manera global: lo que pasa en el mundo, lo que ocurre en este lado de la península, la que pasa en Perú y alrededores, y la de Isla Grande. Es un gran espacio, es un repaso rápido que me lleva más de cuarenta y seis minutos más o menos. En el caso de España depende mucho la noticia de quien lo cuente. Unos son más afilados y bajo la filosofía que todo va mal, salvo cuando gobiernan sus adeptos o que justifican las barrabasadas de sus compinches. Y el otro bando, que quiere ver el vaso medio lleno ¿la libertad de empresa o el ejercicio de la libertad de expresión? Estamos presos, me temo, de lo primero. En el fútbol pasa lo mismo, desde hace un tiempo no leo prensa deportiva y siento  que me va mejor que bien; aquí existe una falsa polarización y depende mucho de la empresa que elabora las noticias sobre el fútbol que está llegando a unos niveles de prensa rosa. Con el tema de lo que pasa en Cataluña es un claro ejemplo de estas interesadas miradas. Entre unos y otros hay un denominador común: la manera como banalizan las noticias. Las cargas policiales recientes para unos es cumplir con lo que establecen sus mandos; esta percepción es casi siempre conservadora; y para otros, son un abuso del ejercicio de policía (aquí se entremezcla el progresismo con el buenismo de los medios de comunicación). En todo caso, lo que se advierte concurrentemente en el ejercicio de la libertad de comercio y de la libertad de expresión que la ciudadanía anda muy desamparada. No nos creemos nada que es lo más grave.

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