ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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¿Por qué no nos atrevemos a contar la historia del grupo Fuego, aquella orquesta que llenaba los centros de baile y tenía en la Avenida Quiñones el local El bailódromo, donde las jovencitas de los años dispendiosos del narcotráfico daban rienda suelta a sus altos instintos ante la billetera suelta del traquetero de moda?

¿Por qué no queremos escribir la historia completita de los años maravillosos del equipo albo CNI, cuando era presidente del Club un señor de nombre Pepe Zanetti y trajo a Iquitos a jugadores como Ramón “El loco Quiroga” y más con la colaboración de un señor llamado Lucio Enrique Tijero, que dispendiaba dinero no sólo apoyando el deporte sino comprando propiedades de gentita que se computaban de la alta sociedad y creían que por ser blancos tenían licencia para blanquear dinero negro?

¿Por qué no dedicamos parte del tiempo a escribir lo que tuvo que pasar para que Hungaritos Agustinos, ese equipo de fútbol fundado por el padre Silvino Treceño Ríos, haga una excelente campaña en 1984 en Iquitos y no pare hasta conseguir el título de la Copa Perú bajo la ayuda del narcotráfico que por esos años en la capital loretana era el calco y copia de lo que sucedía en las calles de Medellín?

¿Por qué no sistematizamos un trabajo para que se conozca la verdadera historia del Festival Internacional de la Canción de la Amazonía, FICA, que comenzó con unos pioneros como Raúl Vásquez, Mario Thenme Runcimán, Daniel Linares Bazán y luego tomaron la posta personas como Silfo Alván del Castillo, Joaquín García Sánchez, hasta su desaparición y que empresarios como Luis Valdez Villacorta y otros donaban premios en efectivo?

¿Por qué nos rehusamos sistemáticamente a indagar sobre la aparición y desaparición de los medios de comunicación post boom del caucho y post boom petrolero cuando tenemos a la mano fuentes directas que podrían ilustrarnos sobre la circulación de dos periódicos diarios que tenían el mismo dueño y que hoy han desaparecido porque quienes los heredaron no supieron combinar la delicada labor de informar con el trabajo empresarial?

¿Por qué no repetimos lo que hicieron nuestros predecesores escribiendo sobre los pioneros que llegaron de fuera y se empeñaron en convertir a Iquitos en una ciudad donde el arte y la cultura convivían con los bailongos con bombo y platillo y nos hemos convertido en el escenario perfecto que rinde culto a la huachafería y chabacanería como si lo tropical fuera sinónimo de fealdad?

¿Por qué nos mantenemos indiferentes ante el virtual cierre de una de las mejores bibliotecas que quiso Dios omnipotente adornara este continente y no exigimos a las autoridades que destinen tres luquitas cada una para que todos los días no sólo los lectores/investigadores tengan dónde consultar sino los adolescentes disfruten de todas las artes?

¿Por qué se ha hecho un lugar común aceptar que nos ubicamos en el último lugar entre las ciudades amazónicas y has festejemos que nuestros vecinos nos llevan la delantera no sólo en recursos humanos sino en infraestructura como si el ambiente tropical que nos rodea fuera la explicación irracional del constante descenso en todos los indicadores?