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La anunciada huelga policial ha fracasado una vez más. A pesar de los reclamos de este Rumimaki, cabecilla visible de esta intentona, que podrían simbolizar el descontento de un sector de esta institución, la paralización y/o desestabilización no ha tenido mayor resonancia que en familiares y algunos efectivos en retiro que no ha significado mayor riesgo para este exagerado inicio del “golpe de estado” que habían predecido  para este paro policial.

No se sostiene una intentona por la falta de credibilidad y la percepción mayoritaria que tiene la población en relación a los actos de corrupción en la Policía Nacional. Si ellos mismos no creen en su transparencia (en esa relación de jefes a subalternos en la mayoría de áreas existe no disciplina, sino complicidad y encubrimiento) ¿Por qué entonces la población tiene que sentir que las demandas sociales y laborales son justas en este gremio?

Lo mejor para revolucionar esta institución es profundizar la reforma que aún es lenta e inconsistente y, cómo sucede en otros sectores, se corre el riesgo de quedar trunca. Más aún si consideramos que la desestabilización proviene de partidos políticos que utilizan a la institución para sus intereses. Por eso, para el beneficio de los efectivos, la reforma los convierte en actores. Tiende a independizar esa manipulación del subalterno por parte del oficial que casi nunca se castiga, y como saben los buenos efectivos que en temas de corrupción: o se inicia en ese bando o se encubre y se manipula para el beneficio de una cúpula en desmedro de la mayoría.