La democracia española de cuarenta años casi siempre se mete gol en propia puerta. Bueno, igual pasó, en otras coordenadas, con el proceso político de integración en Europa. Las ansias de acariciar y ejercer el poder pueden más. En el proceso político español ha existido un componente regional muy fuerte como lo fueron y son los casos de Galicia, País Vasco y Cataluña, luego se sumaron las otras autonomías con más o menos la misma gramática. Ese sentimiento regional, claro desde el prisma y trazado del Estado-nación, ha generado que al interior de estas autonomías se creasen, y con el paso del tiempo, se fortalecieran partidos autonómicos muy fuertes y ciertamente decisivos en las elecciones. Y estos partidos expresaban críticamente su encaje en el tablero político español. La relación con el Estado- nación era y es muy tensa. La expresión de esta tensión, y conflicto, es la actual situación en Cataluña con todas sus dolencias entre ellas la ceguera y sordera de las partes. Estos partidos que impulsan este nacionalismo periférico al tener representación en el Congreso les ha servido para negociar con los partidos de ámbito nacional. Sobre todo cuando querían llegar al poder. Ese ha sido el juego hasta ahora. Por eso, suena a burla cuando los partidos de tendencia conservadora se autodenominan constitucionalistas en el actual momento político. De constitucionalistas las justas, sobre todo cuando quieren tomar las bridas del poder. Aquí me parece que a los partidos nacionales les han faltado alturas de miras. Esta misma situación aunque un poco caricaturesca se produce en Andalucía donde los partidos conservadores para llegar al poder han pactado con un partido que no cree ni promueve los valores constitucionales de convivencia que les ha facilitado los votos para que lleguen al poder ¿? Los partidos de esta democracia generan sus propios demonios. En el ámbito europeo tenemos que en la lid electoral se presentaban partidos que no creían en la integración europea y ganaban sitio y representación en el Parlamento europeo que con el tiempo, al no saber vacunarse, han traído la erosión política de la integración en Europa. Es decir, Europa y España alimentaban sus propios caballos de Troya ante la inacción de los partidos políticos.

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