Percy Vílchez Vela

En un local que cuenta con dibujos de perros bravos, de orejas expuestas, de hocicos salidos, de rabos en movimiento, de patas evidenciándose, atiende un hombre corpulento y moreno que hasta hace poco era una autoridad en la región Loreto. Se trata del señor Andrés Ferreira, quien hizo suyo el gobierno de la espiga y desde el inicio de la gestión se dedicó a sembrar de perreras el vasto territorio verde. Las perreras eran un sueño delirante que adquirió mientras era regidor y nadie sabe cómo lamentó que el Municipio de Maynas no construyera ni una sola perrera debido a que no había plata en las arcas. Con los planos de la perrera inicial, el citado esperó su oportunidad sobre la tierra. Esta arribó cuando fue elegido vicegobernador en las filas de la frondosa espiga.

La primera perrera que mandó construir estuvo ubicada en el mismo lugar donde funcionaba el gobierno regional. Allí se inauguró el local con sus ambientes para albergar a todos los canes habidos y por haber. Luego levantó otras perreras en los lugares donde funcionaban los locales de los partidos políticos. Nadie podía oponerse, pues la razón de los perros en ese entonces era una razón poderosa. Luego inauguró una perrera por cada calle de Iquitos y de otras ciudades. De esa manera todos los perros encontraron un lugar donde vivir. Entonces se acabó el indeseable espectáculo de los perros vagos y vagabundos que deambulaban por las calles.

Para no dejar nada al azar, para que todo estuviera bien con los canes de carne y hueso, el susodicho se encargó personalmente de dirigir una perrera. Era la que estaba ubicada donde estuvo el local de la frondosa espiga. Allí, rodeado de todo tipo de perros, adornado con motivos perrestres, escuchando los ladridos a cada rato, determinó quedarse por el resto de sus días sobre la faz de la tierra.