ESCRIBE: Patrick Pareja

El año pasado, en octubre del 2020, se estrenó en el streaming y en pocos cines, la segunda adaptación de un libro que resulta fascinante, y cuyo autor es un referente de la literatura infantil y juvenil. A raíz del estreno, mi señora, que no tiene por costumbre leer demasiado, tuvo curiosidad por la película. Yo, sencillamente, le recordé que estaba basada en un libro, que era mejor leerlo, así como había leído Matilda. Pero existía un detalle, teníamos que comprarlo. Y lo hicimos, porque si la curiosidad se mete en casa, no hace más que estorbar y devorar la paz. Y, además, como me considero inquieto, fui el primero en abrirlo, necesitaba saber por qué existía el afán de readaptarla, esta vez de las manos de Robert Zemeckis. Sin fijarme en el tiempo, me encontré inmerso, desde el principio, en una historia divertida, del que no pude despegarme, y sentí —y pienso— que es una novela superior a otras que había leído del mismo autor, superior a Matilda, a Charlie y la fábrica de chocolates y a Charlie y el gran ascensor de cristal. Incluso superior a la película. Aunque la del 93 le hace justicia.

        Y déjenme decirles, a propósito del inicio de los libros, que existen novelas con inicios apabullantes y jocosos, inicios delirantes y absurdos, inicios hermosos y tiernos, inicios simpáticos y emocionantes, los que resultan ser los mejores. Se dice que todo principio de un libro debe ser fluido y excepcional, ganarse la atención del lector, desatar excitación, aprecio, dulzura, o rabia. Esos son, con exactitud, las sensaciones que percibí, o no sé si estoy delirando, en todo caso juzguen ustedes este arranque a modo de prólogo, hecho por el autor:

              UNA NOTA SOBRE LAS BRUJAS

             

     En los cuentos de hadas, las brujas llevan siempre unos sombreros negros   ridículos y capas negras y van montadas en el palo de una escoba.

              Pero este no es un cuento de hadas. Este trata de BRUJAS DE VERDAD.

     Lo más importante que debes aprender sobre las BRUJAS DE VERDAD es lo siguiente. […].

     Las BRUJAS DE VERDAD visten ropa normal y tienen un aspecto muy parecido al de las mujeres normales. Viven en casas normales y hacen TRABAJOS NORMALES.

              Por eso son tan difíciles de atrapar.

  Una BRUJA DE VERDAD odia a los niños con un odio candente e hirviente, más hirviente y candente que ningún odio que te puedas imaginar.

  Una BRUJA DE VERDAD se pasa todo el tiempo tramando planes para deshacerse de los niños de su territorio.

Y ahí les dejo, pues empieza a desatar una larga perorata para describirlas. Cinco páginas comiquísimas y espantosas para contar a un niño en la cama y tenerlo al borde de la sábana. 

Las brujas, escrito por Roald Dahl, y publicado en 1983, es una confrontación de creencias, rompe estereotipos, desata polémicas, da miedo y, como ya dije, fascina. Recordemos que el terror es fascinante, que lo escabroso llama la atención. Y Las brujas tiene los elementos que lo convierten en una obra atractiva. Atractiva no solo para niños, que es su público objetivo, sino para los adultos que podían pasar un momento memorable enterándose de las peripecias y la malicia del protagonista, Luke.

Luke, un niño que adora los cuentos de su abuela, pero que pone especial atención a la historia de las brujas. Y la abuela, sin misericordia, le suelta los detalles espeluznantes que se encuentran en el tercer capítulo: «Cómo reconocer a una bruja», (pp. 25-33). Aquí un extracto:

—¿Qué más es diferente en ellas, abuela?

—Los pies —dijo—. Las brujas nunca tienen dedos en los pies.

—¿Qué no tienen dedos? —grité—. Entonces, ¿qué tienen?

—Simplemente, tienen pies —dijo mi abuela—. Sus pies son cuadrados y sin dedos.

[…]

—¿Son esas las únicas diferencias, abuela?

—Hay una más —dijo ella—. Solo una más.

—¿Cuál es, abuela?

—Su saliva es azul

        En total son veintiocho capítulos sin enumerar. Todos narrados por un Luke ansioso. Por un Luke asustadizo e impaciente, como todo niño, que termina enfrentando su temor: encontrarse con una bruja. Y él, para el beneficio de la novela, se tropieza con la asociación completa, con la reunión que la abuela le menciona que se celebra cada año en algún lugar del país y que nadie sabe dónde. Luke es convertido en ratón. Y desde esa condición de criatura, pequeña y frágil, nos da una lección de fortaleza, de amor y sacrificio. Luke representa a la fuerza, a la osadía. Gracias a él, y desde su voz en primera persona, se llega a comprender el mensaje del libro. Un mensaje de ternura, de amor a la familia, de valorar lo que se tiene alrededor. 

        Muchos han tildado el libro de misógino. Piensan que leerlo conlleva a detestar a las mujeres, a verlas con deformidades o con desprecio. Pienso que es una afirmación descabellada. La idea de misoginia está muy lejos del propósito de la ficción. No hay un mensaje de sublevación contra las mujeres; al contrario, el lector encuentra una lucha constante contra las adversidades, contra el mal que rodea al ser humano. Además, en la interacción, entre el ser humano y el animal, entre el ratón Luke y su abuela, se refleja el amor por el prójimo, por lo que somos, sin importar el aspecto que tenemos; la belleza no es primordial, es solo superficial. 

        Y una última situación que debo resaltar, y que es una de las virtudes de Las brujas. Así como tiene un arranque perturbador y simpático, el final, también tiene esos matices, es inesperado, hay inmolaciones de por medio. Por supuesto, no les diré en qué acaba, me quedo con las ganas de hacerlo, me meto la mano en los bolsillos, les dejo con la curiosidad. Tal vez una bruja nos está observando en este momento. 

Iquitos, 15 de marzo del 2021