Soy un enamorado de las frases. Las bien pronunciadas, por supuesto. De las otras no hay forma de enamorarse. Pronunciadas y escritas. Y me viene a la cabeza las miles que leí en diversas partes del mundo como un recuento del año que se va y la esperanza del que venga sea mejor en todos los sentidos.

Por ejemplo, esa que leí en una de las paredes de Quito, Ecuador y que aún me resuena en la mente: “pobre país, hasta los comunistas son de derecha”. Encaje perfecto para la actualidad peruana y más aún loretana. Porque los que dicen seguir el comunismo en la patria no son más que unos mequetrefes de la politiquería y que pronuncian en público todo lo contrario a lo que hacen en sus vidas privadas y no tan privadas. Si tan solo tuviéramos un par de comunistas que prediquen con el ejemplo no tendríamos que ocuparnos de los desviados.

Otra frase célebre que se puede leer en el aeropuerto de Ezeiza, Buenos Aires, Argentina: “Aquí exigimos a los extranjeros los mismos documentos que exigen a nuestros ciudadanos en sus países”. Es una frase de respeto hacia el otro, hacia nosotros. De autoestima promedio que se eleva a la potencia porque no hay nada más justo que tratar como nos tratan. De portarse como se portan con uno. Y eso llevado a la vida en los aeropuertos es lo máximo, pues es en eso lugares donde una se percata de la discriminación oficial. Esas colas para ciudadanos de la comunidad europea y otra para los demás es un canto a la discriminación ¿o no?. Esos precios de pasajes con una tarifa para los ciudadanos peruanos residentes y otras recontra elevada para los extranjeros es más que un abuso una muestra que no seguimos tirando barro.

Pero llegar al aeropuerto de Bilbao y ver en primerísimo lugar, luego el castellano y después el inglés, al idioma vasco conocido como euskera o lengua cántabra es más que un nacionalismo una forma de preservar la especie y comprobar que el idioma puede ser un centro de confluencia e influencia determinante en la vida de las personas. Todo en torno al idioma. Todo se explica desde la creación de esa forma maravillosa de comunicación que tiene en la lengua un instrumento de paz y, sobretodo, amor.

Frases sueltas, dichas al viento. Pero que nos demuestran que la palabra es y será lo mejor que nos ha dado el creador. Porque con ellas podemos transmitir y explicar lo que nos da la gana. Y, recordando al cura agustino José María Arroyo que paseó su sabiduría y rabia por las calles iquiteña, no creo en aquella frase que una foto dice más que mil palabras. No lo creo. La palabra es la palabra. Y ninguna imagen, por más perfecta que sea, la reemplazará.