Llegada la media noche, los perros del barrio dan por iniciado el concierto nocturno —no dan sonido a la noche solos, por cierto—, con la compañía siempre de los gatos, hasta de las gallinas de nuestra huerta y de las vecinas. Trazan los rumbos del nuevo día al son de sus lamentos, contagian sus inquietudes y nos condenan a imitarlos. Los lamentos se hacen nuestros, sus inquietudes también nos pertenecen, sus ansias por la llegada de la alborada, incluso.

En circunstancias de lamentaciones e inquietudes, buscar un nuevo amanecer con tal de conseguir apoderarnos de nuevas emociones, conquistar otros horizontes, dar autoría al espíritu nuestro con sensaciones otras, sería lo normal.

Es constante en nuestras vidas tener el deseo de llegar más lejos de aquello que consolidamos como lo ya conocido. El protagonista, entonces, termina siendo el miedo, que nos impide la aventura de nuestras aspiraciones.

Nuestra imaginación, tras ello, es el otro protagonista. Nos permite hacer posible lo que, para muchos, hasta para nuestra familia, resulta imposible. Nuestros viajes, sueños, dudas y demás intereses que se nos presenten u ocurran, tienen buen o mal término, dependiendo el espacio y el tiempo, aunque en la mayoría de los casos no se les toma en cuenta, se logran concretizar, en fin.

Un mundial de futbol, como Rusia 2018 quizá, o algún otro anterior, puede ser la representación física más certera en estos días que se le puede dar a la imaginación. Tras haber puesto en pausa actividades ya planeadas para ver en la pantalla del televisor el arte del “juego bonito” en el deporte rey, esa idea me queda clara. Los partidos por la primera jornada de la fase de grupo sorprendieron a muchos y eran esperadas novedades como las ocurridas desde el jueves último.

En este mundo de lo posible el favorito a consagrarse campeón puede empatar o rendirse ante el poderío de una selección estimada a quedarse en el camino a ese privilegio mayor. Los jugadores más famosos del mundo pueden quedarse sorprendidos por las participaciones extraordinarias de figuras menos estimadas, no por ello menos talentosas. Los hinchas de todas las selecciones pueden regalarse un abrazo, una sonrisa, un buen consejo, sin deuda alguna, pese a ser extraños desconocidos.

Nuestro país no es ajeno a esa realidad, pues, tras realizado el sorteo para el Mundial de Rusia en diciembre del año pasado, los peruanos hemos invocado y pensado más de que se puede imaginar en Francia, Dinamarca y Australia. Asimismo, lo que nos une hoy en día a las naciones mencionadas no es simplemente ser todos miembros del Grupo C de la Copa del Mundo. Una primera muestra de que estamos sincronizados como hermanos es el respaldo de los capitanes de estas selecciones al capitán de la nuestra, Paolo Guerrero. Aquellos que son nuestros adversarios en el campo en juego, se convirtieron en nuestros aliados.

En esta competición, estamos más que seguros que marcaremos un buen precedente en nuestro retorno tras 36 años. Estamos estimulados con la certeza de que podemos superar a esos países. Pero, podemos trazarnos como un reto superarlos en otros campos distintos al de juego. Podríamos ganar algo más que un partido, algo que dure para siempre y que marque nuestros corazones. Un mejor país, por ejemplo.

Por eso mismo, me ha generado un grado supremo de felicidad que entre contrincantes logren vestir la camiseta ajena. Si con el futbol se puede cambiar el caos de las sociedades en el mundo, si con el juego bonito se puede construir mejores ciudadanos, que así sea e intentémoslo de ese modo.

Uno se siente más que contento que un compatriota sea capaz de sentirse de más de un lugar. De amar a más de un grupo. De disfrutar de un mundo más grande. De recorrer como en casa esta aldea global. Además, he entendido algo muy importante en voz de Jorge Drexler y en momentos oportunos que son para siempre uno lo siente así: “Es importante conocer nuestras raíces, saber de dónde venimos, conocer nuestra historia. Pero al mismo tiempo, tan importante como saber de dónde somos, es entender que todos, en el fondo, somos de ningún lado del todo, y de todos lados un poco”.