Muchas veces se ha dicho que lo mejor viene después, que el mañana será mejor que el hoy y que mientras más oscura esta la noche menos falta para el amanecer. Son precisamente estos días, semanas, meses los que nos han hecho aferrar de nuevo a esa diminuta pero reconfortante luz llamada esperanza.

Nuestra humanidad ha sido reencontrada dentro del baúl de la vanidad, una vez más dejamos de sentirnos intocables y, de pronto el escuchar frases como: »Eso no podría pasarme a mí» resulta cada vez menos común. Son tiempos difíciles, sí, pero no solo para nosotros.

En un país donde no llueven bombas. Un país donde no arriesgas tu vida ni la de tus seres queridos al salir a una protesta (como al parecer está de moda últimamente). En un país donde las nuevas generaciones no saben lo que es el temor ni la opresión y donde los días de incertidumbre y las temporadas de sequía parecen haber quedado en el pasado. Sí, creo que los peruanos o al menos los de mi generación nos sentimos identificados con un país de las características de todo lo mencionado. Entonces cómo reaccionamos cuando sucede lo desconocido? Lo inesperado? Cuando suceden aquellas cosas que solo veíamos por televisión?

Mientras la tensión aumenta en Oriente Medio y los ojos del mundo miran con indignación la extraña reaparición de armas químicas en pleno siglo XXI. Mientras las descontroladas y enfurecidas protestas contra el polémico »Proyecto de Enmienda Constitucional» en Paraguay llevan a cientos de manifestantes a incendiar el congreso en Asunción. Mientras en Venezuela se desatan violentísimos enfrentamientos entre la PNB (Policía Nacional Bolivariana) y los grupos manifestantes de la oposición en plenas calles de Caracas. Miles de cosas suceden a nuestro alrededor y muchas veces no le damos la mínima importancia, no usamos los zapatos ajenos y sobre todo, somos indiferentes.

Por primera vez en muchos años volvemos a sentir nuestra mortalidad. Sé que estas cosas ya se han dicho muchas veces, pero recordemos que hace 2 años ni los diarios del país ni ninguno de nosotros pronosticaba pasar por esta situación. Creo que el dejar de lado las indiferencias será un gran paso para salir adelante, que este duro inicio de año nos lleve a una pronta prosperidad. Después de todo… Quizá solo sea una cuestión de empatía.