Recuerdo que en un evento de empresarios hace más de quince años, en Iquitos, lo escuché. Dijo cosas en la que yo estaba embebido sobre medio ambiente y la floresta, me sonó bien el discurso. Luego lo leí en su libro “Amazonía ¿Qué hacer?, en una edición publicada por el CETA. Era una edición cuidada con celo, el tema también se prestaba para ello: desenmarañar la floresta. Años después, en una publicación de una institución bancaria él era, digámoslo así, el que lideró ese libro sobre el desarrollo en la Amazonia. Del ambientalista que soliviantaba con su discurso sobre los recursos naturales a funcionario de un banco que había tenido serio déficits en el apoyo a proyectos que habían perjudicado notablemente el medio ambiente, vaya cambio me dije. El banco necesitaba un lavado de cara, y presumo de estas acciones de hacer guiños al medio ambiente se prestaba. Esta puerta giratoria de ser un ambientalista flamígero a funcionario de un banco (o de la Administración del Estado) es muy frecuente, lo curioso que del discurso llamando a la acción su conducta en esas instituciones es de bajo perfil (es el viejo e iluso sueño de querer combatir al oso hormiguero desde dentro). Esos cambios de camiseta son como la del antropólogo/a en una empresa petrolera o en las divisiones de los bancos, pero eso es harina de otro costal. Desde mi vuelta a Perú leía la publicación “Amazonia probable y deseable. Ensayo sobre el presente y futuro de la Amazonia”,  de Marc Dourojeanni. El texto sigue con esa retórica vibrante en el diagnóstico. Con una información sumamente interesante, más ahora que se quieren construir estúpidas carreteras hacia la selva (muchas de ellas he tomado nota y he buscado información). La parte que dedica al ámbito forestal es una de las mejores. Sin embargo, el gazapo del libro son sus propuestas y en el desconocimiento del pluralismo jurídico en la floresta, volviéndose al tópico de la ley de la selva, tópico ya superado por propios y extraños. Muchas de ellas, de sus propuestas, necesitan ser discutidas seriamente. Me asombran sus coqueteos políticos con los regímenes autoritarios y guiños con la democracia elitista, pido al lector o lectora que husmee el libro.  Desde un punto de vista de los estudios postcoloniales podrían impugnarlo diciéndole que en sus folios tiene cierto tufillo racista (¿o fascista?) de un blanco criollo peruano, cuestión o marbete, como no, también discutible. Sus fobias, es manifiesta, a los dirigentes indígenas, a los socioambientalistas entre otros actores sociales. Pensé que su paso por el banco podría darle cierto sosiego de jubilado pero está él está en el ajo, lo cual me parece un gran punto a su favor. En este sentido, el libro me parece que quiere suscitar eso: discusión. Ojalá lo tomé así el autor y el público lector, en este sentido van estas líneas.

P.D. El libro glosado de Dourojeanni contrasta con el texto de Pedrag Matvejevic “El Mediterráneo y Europa”, que leía en la costa levantina. El libro de Matvejevic resume poesía en cada párrafo. El primer capítulo es de gran lucidez.