Las romerías de mis padres y hermanos alrededor de los finados que hemos querido es un punto de la agenda, mejor dicho, es el primer punto de la agenda de cada viaje. En Isola Grande mi padre, madre y hermano tienen ya un rutinario peregrinaje sobre las tumbas de nuestra familia extendida, es más, sí no lo hacen están intranquilos, afligidos, molestos, consigo mismos. En cambio, a mí me cuesta ir al cementerio porque esos seres que para ellos están en el otro mundo, para mí están vivos en mi entorno, alimentan mis historias. He tenido reproches por no hacerlo. Así que en Lima fuimos con F a la tumba de mi hermano Raúl, quien falleció en Lima cuando era pequeño, es una muesca en la familia que nos deja la vida. Allí es donde menos fallo y voy cuando vuelvo a Perú. A la que sí me cuesta ir es a la tumba de Natividad que está en Lima, no por las distancias, que son los de menos, me cuesta porque en mi mundo Natividad está muy presente, converso con ella cuando pergeño relatos sobre la floresta, claro, no es fácil de entender para aquellos romeros impenitentes que no entienden estas razones de la ficción. La investigación que hice sobre un litigante que sale a defender sus purmas las dedique a las dos abuelas: Natividad y Baldramina, como pago y contribución al monte, y a sus vivas memorias. El último libro que publiqué en España sobre justicia de transición va una dedicatoria expresa a Natividad por su esfuerzo sobre la memoria familiar, muchas de las historias que he escrito tienen base y baza lo que me ella me contaba en su mecedora de Barranco, en Lima o en las tardes naranjas de Pisco. Pero estos esfuerzos para algunos romeros son insuficientes, hay que ir a las tumbas y cumplir con todo el protocolo. Mi esfuerzo por explicar es en vano, inútil. A mí me produce sentimientos encontrados estar en la tumba de Natividad, sí, es un homenaje póstumo a ella estas romerías, pero siento que ella está a mi lado, recreando sus historias y muy viva como cuando fumaba un mapacho mirando al río desde su banca en la calle Coronel Portillo en Illa Gran.

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