ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Entre la ficción y la realidad Mario Vargas Llosa en “El sueño del celta” muestra una radiografía de lo que ha sido, es y -me temo o me alegro- será la sociedad iquiteña. El 6 de octubre de 1911, luego de sortear lluvias y palizadas desde Manaos, “Hilda” acoderó en Iquitos con Roger Casemet y Omarino y Arédomi -el primero inglés/irlandés y los otros dos nativos que regresaban a la floresta luego de una estadía traumática en Inglaterra- y el diplomático recordaría las ocho últimas semanas de su estadía en Iquitos para comprobar lo que ya meses antes había visto: las atrocidades de El Putumayo.

 

Transcribo: “Más tarde, Roger recordaría estas ocho semanas que pasó en Iquitos como un lento naufragio, un irse hundiendo insensiblemente en un piélago de intrigas, falsos rumores, mentiras flagrantes o esquinadas, contradicciones, un mundo donde nadie dice la verdad, porque ésta traía enemistades y problemas o, con más frecuencia, porque las gentes vivían dentro de un sistema en que la ya era prácticamente imposible distinguir lo falso de lo cierto, la realidad del embauco. Él había conocido, desde sus años en el Congo, esa sensación desesperante de haber caído en unas arenas movedizas, un suelo fangoso que se lo iba tragando y donde sus esfuerzos solo servían para hundirlo más en esa materia viscosa que terminaría por englutirlo. ¡Debía salir de aquí cuanto antes!”.

 

Cuando el 2010 salió “El sueño del celta” muchos amazónicos nos apresuramos a leerlo no sólo porque era el primero que publica Vargas Llosa luego de haber recibido el Nobel de Literatura sino porque en sus páginas había mucho de Amazonía, de Iquitos, de sus miserias y bellezas. En esa novela el autor agradece a Alberto Chirif, Roger Rumrrill, Joaquín García y Ovidio Lagos. Tres personas con los que este columnista ha frecuentado y en su labor de editor ha publicado, como es el caso de Rumrrill con “Churito” y de Ovidio Lagos con “Arana: rey del caucho”.

 

Once años después, bajo el invierno limeño, he corrido como un niño hacia la feria “Amazonas” y recorrido como un adolescente universitario los cubículos de libros preguntando por una edición NO pirata del libro. Y he encontrado varios ejemplares. Y así, tal como sucedió allá por el 2010, me he detenido por varias horas en ese capítulo XII, página 304, del que he transcrito el párrafo que he copiado. ¿Por qué lo hice? ¿Qué demonio me acompaña para no sacar de mi mente esas palabras de la ficción que son una realidad de martillazo? Difícil saberlo. Será solo la comprobación que ya en 1911, 2010, 2021 y más esa característica iquiteña es la marca registrada de una sociedad que está condenada al fracaso porque los que amasan fortuna y los que viven en la pobreza han decidido vivir de la mentira por que la verdad no les hace libres.

1 COMENTARIO

  1. Pero, ¿qué significa Iquitos? Los que nunca hemos puesto un pie allí, nos seduce ese ambiente selvático, inenarrable pero directamente sensual, no solo descrito por «Varguitas» sino también por Carlos Franz, en donde la dulce traición parecería estar a flor de piel. Creo, con absoluta sinceridad que el comentario arriba anotado por JAVV, está incompleto. De ahí la insistencia en preguntar: ¿qué hay realmente en Iquitos? (y no me refiero a la arquitectura francesa de Eiffel).

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