Recuerdo que todavía estaba en la universidad, mis años verdes que lo siguen siendo, pero con otro contenido, y vivía en Lima en mis propias guerras existenciales entre el derecho y la literatura, tensión que siempre la vivo y a la que me le debo muchas alegrías, a pesar de todo. De un día para otro en los años ochenta, casi en tromba salió la noticia que en una reserva natural iban a explorar la búsqueda de petróleo. Esta estaba en el corazón del departamento de Loreto entre los ríos Marañón y Ucayali. Muchas fotografías sobre el área protegida. Se movilizó la gente en varios frentes. El frente limeño con ONG ambientalistas y buscando la foto en un discurso que apelaba que en esa área natural protegida no se podía hacer labores de exploración por los recursos de la biodiversidad que se encontraba en dicha área. Era de por sí un argumento fuerte. En el frente local, presumo, no lo viví de primera mano también había una fuerte oposición. Al menos, eso eran las noticias que llegaban a Lima desde las corresponsalías. También había un frente internacional que presionaba en que en esa área natural protegida no podía hacerse las labores de explotación, algunas de esas posiciones colindaban con los de la ecología profunda. Y también otras posiciones, los menos, que alertaban de la presencia de población local en la zona. Finalmente, luego de marchas de protestas el gobierno dio marcha atrás y la concesión se suspendió por su no ejercicio – el Código del Medio Ambiente se estrenaba con esta situación polémica. Todos estaban contentos y festejaban la sensibilidad ecológica de la población. A decir verdad, siempre me quedó la duda sí esa premisa era cierta. La población amazónica siempre tiene dudas sobre el discurso ambientalista. Este relato no se ha metabolizado lo suficiente. Digo todo esto porque leo en el diario que una empresa petrolera está en plena actividad en la reserva natural que hace unos años era el emblema de la reivindicación y nadie protesta. Cosas de la vida.

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