Venecia

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Después de recorrer las calles de la verdadera Venecia uno comprueba la estupidez de llamar a la zona de Belén en Iquitos como “la Venecia peruana”. No tiene ninguna semejanza. Así de claro: ninguna. Desde el fondo hasta la forma. Por donde se la mire esta Venecia aprovecha al máximo las condiciones en que se encuentra.

Existe un sistema de transporte público fluvial extraordinario. Seguro, rápido, puntual y pulcro. Paraderos ordenados, motoristas y ayudantes que parecen soldados alemanes porque se han mecanizado en la invocación al público para que colabore con la ubicación y hasta podría afirmar que repiten los mismos movimientos en el ingreso y salida de pasajeros. El trabajo que realizan los encargados del transporte no es nada fácil pero lo hacen con tanta dedicación que lleva a pensar que todo lo tienen ensayado.

Tiene calles de medio metro de ancho. Las recorro y pienso que sería maravilloso jugar a las escondidas en los recovecos de sus cruces y de sus motorizados pasajes. En lo que podría llamarse el centro de la ciudad solo circulan los deslizadores y también “las góndolas” que, dependiendo de los minutos y el número de pasajeros, pueden pasear por las aguas de Venecia, incluida la intervención de un cantante que pone la nota romántica al recorrido. Es ineludible visitar la Iglesia de San Marcos porque todas las calles conducen a este templo. Una mañana de marea alta puede amanecer inundada con las aguas del Mediterráneo pero inmediatamente es desaguada para que los turistas aprecien la arquitectura y los metales preciosos que encierra en su interior.

Murano es cosa seria. Se encuentra souvenirs desde dos euros hasta lámparas de cristales de 15 mil euros, “16 con todo el envío a cualquier parte de América”, me indica un empleado que seguramente piensa que puedo encargar semejante adquisición. Se llega a este lugar –donde están las factorías en las que se elabora los más preciosos adornos de cristal- solo por vía fluvial en menos de diez minutos. Hay enorme cantidad de visitantes. Tanto así que “el vaporeto” está repleto. Y eso que noviembre es “temporada baja”, frase con las que los involucrados en el turismo califican a los meses donde los turistas no salen a pasear. “Si esto es temporada baja, cómo será la alta”, digo mientras saboreo una cerveza. Luego una empleada me informaría que en diciembre se duplica la llegada de turistas pero que la verdadera avalancha de “la industria sin chimeneas” es en julio y agosto, meses que las ventas se quintuplican.

Venecia es una ciudad para los románticos. Se nota que los turistas adultos prevalecen y en estos tiempos de las digitales, uno tiene que andar esquivando las fotografías que otros desean tomar a los suyos. Vive del turismo. Diariamente llegan hasta aquí un promedio de siete mil turistas. Cada uno de ellos paga dos euros como impuesto para la ciudad. A cambio, encuentra una ciudad ordenada y limpia. Y conforme la recorre uno comprueba la magnitud de la estupidez que algún huachafo lanzó al llamar a nuestro Belén de Iquitos como “la Venecia peruana”. Como dicen los jóvenes: “Na´ que ver”.

1 COMENTARIO

  1. jajaja se notan que ni siquiera visitaron italia venezia es una porqueria apesta mucho el agua esta estancada… y ni hablar de los ladrones k estan en toda italia … miran muchas peliculas pero no saben la realidad

Los comentarios están cerrados.