El viernes participé del Taller sobre Ética periodística organizado por el Consejo Nacional Consultivo de Radio y Televisión, al igual que muchos colegas, casi cien diría yo, todos ávidos de conocer de cómo se está manejando y cumpliendo lo que la Ley de Radio y Televisión señala y cuántos medios de comunicación han hecho suya la recomendación de la autorregulación y, consecuentemente, la elaboración de su propio Código de Ética.

El auditorio mostraba un interés inusitado y hasta coyuntural, diría, por todo lo que estamos viviendo y experimentando en esa línea en nuestra región y concretamente en Iquitos.

Y ahí nos encontramos con muchísimos colegas, conocidos de años, los actuales y, lo que me emocionó como siempre, los estudiantes universitarios de Comunicación. Todos, en mayor o menor grado, preocupados por el periodismo que estamos practicando y ofreciendo a las audiencias, a la ciudadanía.

Más allá de nuestras particulares y legítimas posiciones, de nuestras individuales líneas periodísticas, de la apuesta editorial de los medios donde laboramos. Más allá de todo eso, creo que nos convocaba el mismo deseo, el de recuperar el nivel.

Porque si de algo podemos estar seguros es que aquí no hay un afán por querer enmendarle la plana a nadie en cuanto a su posición principista, ideológica y/o partidaria, si gustan. Reiteramos y subrayamos, cada quien es libre de asumir una postura y de manifestarla y defenderla a capa y espada. Ahí, al menos en lo personal, no nos metemos ni criticamos ni calificamos a ningún colega.

La posición de rechazo y repudio es a la forma cómo muchos hacen periodismo. Nuestro firme cuestionamiento está dirigido, cual misil, a la manera irresponsable y hasta delincuencial con que algunos se ponen frente a un micrófono, una cámara o el teclado de una computadora. Insultan, gritan groserías, calumnian, denigran, califican, difaman, dañan honras y afectan lo más valioso que tiene toda persona. Su derecho al buen nombre y a la dignidad como ser humano. Contra eso estamos parados en primera fila.

Pero resulta que a este interesante encuentro de comunicadores y periodistas no acudieron esos que vociferan, esos que dicen que lo que despotrican cada día es su derecho de opinar y además están amparados, dizque, en la libertad de expresión. Ante esto los expositores de CONCORTV han sido claros, directos y contundentes. Eso no es periodismo ni aquí ni en dónde.

Reconociendo, además,  que las autoridades actuales y las del pasado, han mantenido estos personajes  y a sus espacios periodísticos con el dinero de todos, vale decir, con recursos públicos.

Lo interesante de todo esto es que ha cobrado fuerza el deseo de darles batalla a aquellos, personas y medios, que denigran esta noble profesión. Estamos decididos a luchar para devolverle la dignidad, la decencia y el prestigio a esto que lo asumimos con pasión y convicción.

Porque queremos que se nos respete, que la sociedad nos vea y perciba como personas útiles y necesarias para informarse correctamente. Porque queremos que nuestros hijos nos miren con orgullo y no estén escuchando comentarios sobre el trabajo de sus padres. Ya basta. Ya está bueno. Solo nos quedan dos caminos. Uno que nos siga arrastrando por el fango y el estiércol. Y otro, que nos haga dormir tranquilamente cada noche porque somos conscientes que cumplimos cabalmente, día a día, con nuestro rol en la sociedad. O eres un pobre diablo que grita estupideces o eres con orgullo periodista. ¿Tú, de qué lado te pones, colega?

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