De eso también se trata la vida

Cuando mi hija llegó a Lima para radicar en esa ciudad medio en broma y bastante serio le invocaba a que no tenga como “ídolos” a los jóvenes que integraban el elenco de “Esto es guerra”. Pero al mismo tiempo no ponía muchos reparos en acompañarla a uno de los “conos” para que, después de inmensas colas y el pago de precios prohibitivos, pudiera estar lo más cerca posible a sus artistas favoritos. Hasta recuerdo que con cierto sonrojo pedí a uno de los amigos productores de América Televisión que me facilitara unos pases para que la adolescente vaya a la grabación de uno de los programas. Era, al fin y al cabo, decía una euforia lúdica que iba con el tránsito hacia la adolescencia y juventud.

Por esos mismos días, acompañado de Mónica Marina, llegué con cierto retraso a una de las conferencias que daba Alfredo Bryce Echenique, autor de “Un mundo para Julius” y “La vida exagerada de Martín Romaña”, dos de sus principales obras. Aparte de la tardanza, ya el aforo estaba cubierto y, por lo tanto, nadie podía ingresar. Así que tomamos la determinación de esperar que concluya la charla y estrechar la mano, saludar o por lo menos conseguir un gesto de saludo de quien es uno de los mejores escritores vivos en lengua castellana. Quién diría que Bryce salió por una puerta alterna y el auto que le trasladaba tenía las lunas polarizadas. Así que la espera fue infructuosa.

Al final del primer semestre del año 2015 los organizadores del Hay Festival anunciaron la realización de esta cita cultural en Arequipa. Se decía que participaría Mario Vargas Llosa. Inmediatamente adquirí los pasajes para estar en diciembre en las sedes. Hasta nos acreditamos. Fue el inicio de una relación con el Hay Festival que se ha mantenido durante cuatro años. No llegó en esa oportunidad el Premio Nobel de Literatura. Pero los expositores eran de primer nivel. El autor de “La fiesta del chivo” tenía una deuda con la tierra donde nació porque fue él quien convenció a los organizadores que Arequipa tenía que ser sede, como lo son importantes ciudades del mundo. Hasta que este año en junio se anunció que el novelista confirmaba su presencia. Así que planificamos el viaje junto con Percy Vílchez.

Desde mi época de estudiante me las ingenié para llegar a sacar unas declaraciones a Mario Vargas Llosa. La mayoría de veces lo logré, ya sea como candidato del FREDEMO o como protagonista de una conferencia cultural. Uno de los motivos del viaje a Arequipa era conversar brevemente con él. Quien diría que mientras esperábamos la entrega de credenciales el autor de “La guerra del fin del mundo” tomaba desayuno con su hija Morgana y sus nietas. Tomamos unas fotos “exclusivas”, nos firmó autógrafos y posó con Percy Vílchez. Todo sucedió tan rápido que en verdad parecíamos adolescentes -sino niños- hablando con la pretendiente. Después vino la conferencia sobre su obra y, luego, la entrevista pública sobre política. A la primera cita entramos sorteando las restricciones. A la segunda ni siquiera intentamos asistir. Preferimos al novelista, antes que al ensayista político. En él se juntan la admiración y la discordia. Su literatura es fuego, su posición política quema.

Así como se puede colaborar para que la hija cumpla su “sueño” de estar cerca a quienes considera ídolos en una etapa de su vida, también se puede pretender llegar a estrechar la mano de un escritor maravilloso sin lograr el propósito. Como sucedió con los integrantes de “Esto es guerra” y Alfredo Bryce Echenique. Pero con Mario Vargas Llosa se da el caso que tienes a un ídolo en la literatura y un liberal insoportable en la política. Así son los ídolos y así somos los seguidores.