ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Un enajenado fujimorista decía a todo aquel que deseaba escucharle en abril del 2016 que Fuerza Popular metería mínimo tres congresistas y hasta los cuatro que tiene como cupo Loreto. Por supuesto nadie le creía. Hasta que un día después de las elecciones las cifras oficiales daban como congresistas a Donayre, Del Aguila y Arimborgo. Hasta ellos estaban sorprendidos. El cuarto cupo lo ocupó Jorge Meléndez Celis, de PPK. Loreto siempre ha votado para dar razón a los que políticamente han perdido la razón.

El 18 de mayo de 1980 cinco de los siete cupos para Diputados que tenía Loreto -que en esa época compartía distrito electoral con Pucallpa- lo ocuparon acciopopulistas que también no salían de su sorpresa. Se colgaban de la fama y simpatía de Fernando Belaunde Terry. Así llegaron a la Cámara Baja Daniel Linares Bazán, Ernesto Lao, Wilson Benzaquen, Teddy Bendayán y Rubén Soldevilla. Unos más conocidos que otros. Los comicios de 1985 el APRA era una avalancha con la locomotora de Alan García. Ya se había reducido a cinco el número de Diputados. Tres, Orison Pardo Matos, César Zumaeta y Juan Saldaña Rojas, llegaron al Parlamento. Uno más sorprendido que otro. Fue la única vez que Loreto eligió a un candidato de izquierda: el expepecista Antonio D’Onadío Lagrotte que iba por Izquierda Unida.

El 8 de abril de 1990 el FREDEMO era el favorito. Hasta que llegó Cambio 90 con Alberto Fujimori y quemó la fiesta derechista. Pero en las congresales seguía manteniendo hegemonía. Tanto así que el partido del chinito desconocido no metió ni un solo congresista. Raúl Pereira Ríos, Abel Urrunaga Bartens y Rómulo Vásquez Alegría se colgaron de una alianza que en otras circunstancias no los habría llevado al Parlamento. Ese año por primera vez se elegiría a un representante de un movimiento local como el MRL con Jorge Luis Donayre a la cabeza.

Después de 1990 vino la disolución y el panorama cambió porque se pasó a la unicameralidad y obligó a los líderes locales a salirse de los partidos y, como independientes buscar alianzas con grupos nacionales. Pero seguimos eligiendo desconocidos en política. Así aparecieron Samuel Reynafarje, Carlos Almerí, que tenían como pergamino ser amigos del candidato favorito. Fujimori con el primero y Toledo con el segundo. Políticos con arraigo propio como Jorge Chávez Sibina tenían que buscar el reacomodo y así el fundador de Nueva Amazonía salió elegido con Somos Perú la primera vez y a los pocos años se ingenió para postular por el toledismo.

Siempre en Loreto hemos elegido mirando el arrastre del candidato presidencial. Cuando el 2006 y 2011 fue elegido Víctor Isla lo hizo porque -como muchos de sus antecesores- supo olfatear la oportunidad de representar a una agrupación que acaparaba la intención de votos sin alejarse de los postulados que siempre enarbolaba. Tanto Leonardo Inga como Norman Lewis, acompañados de sus propios grupos, tuvieron la habilidad de combinar el arrastre personal y grupal con el que les brindaba la agrupación nacional. Siempre los políticos, dentro y fuera de los partidos tradicionales, tuvieron que valerse de “negociaciones incompatibles” para poner en práctica aquello que el fin justifica los medios.

Es verdad que la elección del domingo 26 tiene un factor inédito: no va acompañada de la elección presidencial y los líderes nacionales no se metieron totalmente en la campaña. Lo hicieron con timidez y fueron recibidos con frialdad. Ahí están César Acuña y Julio Guzmán y Marco Arana, quienes llegaron a Iquitos y pasaron desapercibidos. Los demás líderes de otros partidos optaron por mirar desde el balcón. Qué diferencia con las campañas anteriores donde bastaba “colgarse” de Belaunde, Alan, Vargas Llosa, Fujimori, Toledo, Ollanta, Keiko y PPK para convertirse en congresista. Hoy, paradójicamente, hay quienes intentan desmarcarse de los líderes nacionales. Los candidatos tienen que apelar a otros sentimientos. Pero creo que el resultado será el mismo: elegiremos quienes son producto de las circunstancias. Y ratificaremos que siempre votamos irracionalmente, aunque la mayoría de veces con el corazón. Por eso es que presenciamos el “renacimiento” de Acción Popular, del que muchos se cuelgan para ocupar un escaño y, como en 1980 y más, también hay quienes aportan -como el caso de Fernando Meléndez, Jorge Chávez Sibina en su momento- su dosis de liderazgo propio para intentar convertirse en parlamentarios.