Sin agenda

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Los que promovieron la movilización de la semana pasada son tan miopes que no se percatan que están desprestigiando aún más un instrumento de lucha que debería servir para que los gobernantes midan el pulso de la ciudadanía. En esta columna nos oponemos a las movilizaciones desde hace muchos años. Porque quienes las convocan despiden un tufillo aprovechador mezclado con mediocridad que ya es deplorable. Y porque no han demostrado efectividad para los objetivos que se persiguen.

Si vamos a cuantificar la oposición a un determinado proyecto por la cantidad de personas que han participado de esa movilización vamos a concluir que las expresiones que se escucha en los medios de comunicación no tienen un apoyo masivo. Y eso puede llevar a una inexactitud tanto de los gobernantes como gobernados. Hubo más pancartas erróneas que población en esa jornada para el olvido. Y a ojo de buen cubero no creemos que las personas que marcharon ese día sean las únicas que sufren por las obras públicas que se ejecutan.  

Y es que al parecer no hay líder capaz de capitalizar adecuadamente el evidente descontento ciudadano. Descontento que no solo es por la obras que ejecutan los chinos sino por la mediocridad que campea en torno al servicio de recojo de basura. O también por la incapacidad de una empresa de darnos eficientemente el servicio de agua potable. Es decir, motivos para protestar nos sobran. Pero no hay dirigente capaz de envolver ese descontento en un discurso coherente. Y cuando hablamos de coherencia no podemos referirnos únicamente al escenario regional sino nacional. Algo así como lo practicado por un congresista del período anterior que lanzaba arengas contra el centralismo pero a la hora de las definiciones no dudaba en juntarse a las posiciones centralistas que se oponían a los regionales.

A este paso va a encontrarnos otras elecciones y seguiremos sin agenda. Protestas por todos lados como palos de ciego. Pero un esquema que combine esa protesta con propuestas viables está muy difícil de alcanzarse porque hay quienes creen que convertirse en líder regional pasa únicamente por oponerse a las acciones de otros. Y si no se construye un discurso propositivo –al mismo tiempo de la protesta- no sólo se fracasará en la aparición de líderes nuevos sino que se evidenciará la falta de apoyo ciudadano como ya sucedió en la marcha de la semana pasada. No tenemos agenda en Iquitos, menos en Loreto. Y esta ausencia perjudica a todos, inclusive a los que promueven movilizaciones como la última que padecimos.