Semáforos apagados

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Con la finalidad de ahorrar dos mil soles mensuales –o 24 mil anuales- a la autoridad no se le ocurrió mejor idea que apagar los semáforos desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana. Pero una mortal coincidencia hizo que se desistiera de tal despropósito. Una niña de siete años fue atropellada en una zona no semaforizada y murió. A pesar que esa muerte infantil no tenía nada que ver con la intención ahorrativa la autoridad dejó sin efecto la medida y declaró duelo en toda la ciudad. No era para menos porque con o sin lógica la gente comenzó a relacionar la muerte con la absurda intención de apagar los semáforos.

La crisis ha hecho que por lo menos el 26 por ciento de españoles esté en condición de parados. Desempleados. Antes se pugnaba por conseguir un empleo. Hoy se ruega para no perder el trabajo. La gente está desesperada. Y a los que tienen trabajo a veces no se los paga puntualmente. Un albañil estaba impago siete meses, tenía hipotecada la casa y el dinero que el banco le dio fue entregado a su patrón con la finalidad de salvar a la empresa de construcción. Tenía que cumplir con la Caja de Ahorro del Metropolitano pero a las 8 y 30 de la mañana del día que sus jefes le comunicaron que iba ser despedido agarró una escopeta y en el bar del pueblo no dudó en matar a Joan de 62 y su hijo Ángel de 35, propietarios de la empresa. Como si esto no fuera suficiente inmediatamente se dirigió a la oficina de la Caja y mató con la misma escopeta a Rafael Turró y Anna Pujol, gerente y empleada. Cuando la Policía llegó a la sede de la entidad financiera el hombre de 57 años antes de ser detenido sin poner ninguna resistencia ha dicho: “Estoy satisfecho”. La población se conmocionó y las autoridades decretaron tres días de duelo. Pere Puig Puntí hoy está recluido y toda esta tragedia sucedió a 500 metros del centro geriátrico “La Caritat” que tiene una historia digna de una novela negra.

El celador Joan Vila confesó haber ayudado a morir a por lo menos once ancianos que deseaban pasar sus últimos días en “La Caritat”, un centro geriátrico. Su caso está en investigación policial pero más allá de los móviles y la enajenación del autor las muertes han producido una perturbación colectiva. No podía ser de otra forma. Solo dos asesinatos masivos han superado al de Vila. Uno perpetrado por “El arropiero” –mató a 49 personas en siete años-. Otro que tuvo como protagonista a, vaya apelativo, “El mataviejas”, que abusó sexualmente antes de matar a 16 ancianas, por lo que fue condenado a 440 años de prisión. El tercero fue conocido como “El mendigo asesino” y confesó ser el autor de 13 asesinatos en Madrid. El cuarto lugar lo ocupa el celador.

Tanto los semáforos apagados como la niña atropellada mortalmente como el albañil que mató en pocos minutos a cuatro personas y el celador que mató a 11 mujeres conmovieron a los pobladores de Olot, un lugar hermoso ubicado a solo dos horas de Barcelona que, a pesar de la gente encantadora que la habita, tiene la fama de ser fuente de crónicas negras como las aquí descritas.

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