ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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La Amazonía es lo real maravilloso, no se cansa de repetir el escritor/ensayista Róger Rumrrill y sigue una serie de relatos de la vida real que le suceden cada vez que viaja por los pueblos ribereños. Lo último que le sucedió fue en Balsapuerto, donde dicen que un niño le confundió con el Dios Cumpanamá. Cuando escucho ese relato del escritor descendiente de paquistaní no puedo prescindir de releer el segundo cuento de “Churito y otros cuentos del arco iris”. El primer párrafo es éste:

“Ñamandú, el más poderoso dios de los Tupí-Guaraní, tuvo tres hijos: Karaí, Jakaira y Tupá. Cada uno de ellos fue creado para cumplir una misión en el mundo, el retorno hacia La Tierra sin Mal.

            Tupá fue destinado a realizar una de las misiones más grandes y vitales para los hombres y las mujeres y todo ser vivo de la Tierra, crear, manejar y administrar el agua y las lluvias y a provocar los truenos y hacer que estos no despierten ni asusten a los niños que duermen dulcemente en el regazo de sus madres y de la Madre Naturaleza”.

La Amazonía también es, claro, realidad. En los últimos días el caso Elmercito ha desnudado esa realidad y ha provocado diversas reacciones. No hay persona a quien uno encuentre en Iquitos por estos días que no te hable del caso. Y, es comprensible, consulten a los periodistas porque mucha gente cree que nosotros tenemos la mejor información. Ya se ha comprobado por este mismo caso que los “comunicadores”, disfrazados de periodistas, no sólo carecen de información veraz sino que muchas veces son peores que monos -con el perdón de los primates- con metralletas. Una de las consecuencias ha sido la reacción contra quienes han pedido -absurdamente- que nadie visite Iquitos porque peligra la vida. Han salido los de siempre -los que siempre están diciendo que la ciudad es un caos, que aquí campea la corrupción, desnutrición y las pestes más letales- a decir que no se puede “dañar el turismo” y más. En suma, han dividido a los iquiteños entre quienes son “de bien” y, por extensión, quienes encarnan el mal. Como históricamente siempre hemos sido teoría sin práctica. O, también, práctica sin teoría. Nunca ambas cosas. Entonces, de un caso policial hemos hecho un tema político. Está bien que así sea, pero sin perder la razón, digo.

Iquitos es la tierra con mal. También es la tierra sin mal. Es isla bonita. También Isla Grande. Quizás nunca nos pongamos de acuerdo en ello. Pero eso de dividir a los ciudadanos entre buenos y malos, es una arbitrariedad que ya está totalmente arcaica. Ya sea con Ñamandú y toda su descendencia, ya sea con los poemas de Gerald Rodríguez y su tierra con mal, ya sea con el estudio del cura Jaime Regan y su retorno a la tierra sin mal, los amazónicos necesitamos de lo real maravilloso para comprender nuestra realidad y, de una buena vez, construir algo políticamente viable, sin prescindir de los políticos (de)generaciones pasadas pero sin permitirles que se aprovechen de las circunstancias para continuar con su discurso de siempre.