Poetas y poesía
ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Hoy está de fiesta la poesía. Y se viste de gala. Frases protocolares. Huachafas, si quieren. Pero la llegada de Marco Martos para presentar “Animal de lenguaje”, el poemario de Carlos Reyes Ramírez, es todo un lujo. Porque Martos no sólo escribe poesía sino que es un maestro de la palabra. Bien escrita, bien pronunciada, por supuesto.
Es presidente de la Academia Peruana de la Lengua pero no está abrumado por lo académico excluyendo la realidad sino extrayendo de la realidad las palabras que luego los académicos tendrán que aceptar. Es un hombre de la calle, de donde, sabemos brota la mejor poesía. Ha dedicado parte de su vida a comprender a César Vallejo, ese incomprendido peruano que se murió en París en aguacero y que fue, un proletario, cuando no era necesario gritarles uníos para que se junten a elaborar sus versos más tristes alguna noche.
Y, qué curioso ¿no?, hace varios años el mismo Marco Martos vino a esta capital loretana invitado por este diario a presentar “Ocaso de delfines” de Miguel Donayre Pinedo. Él, decano de la Facultad de Letras de la UNMSM, uno de los intelectuales más respetados del país, estará en Iquitos, señores. Y le trae la poesía. Le rendirán homenajes. Merecidos, qué duda cabe.
Para quienes estamos convencidos que el mundo sería mejor si todos leyéramos por lo menos una línea de poesía diaria –tan elemental como alimentarse- es un hecho trascendental compartir algunos momentos con el maestro Marco Martos. El pretexto es el libro de Carlos Reyes, uno de los mejores poetas de estos y los otros tiempos, y seguiremos en la búsqueda de pretextos para que siga visitando Iquitos y seguiremos empeñados en que las autoridades le saluden con reverencia a quien ha hecho del estudio de la palabra una razón de su vida y le entreguemos en vida los homenajes que a otros estudiosos los negaron.
Todo estudiante de Literatura debería perseguir a Martos los minutos que visite Iquitos. Los docentes de la Escuela –de Literatura, se entiende- tendrían que apabullarle con preguntas. Los periodistas tendrían que acosarlo con preguntas de todo tipo. Ojalá algo de eso suceda.