Palabras, palabras, palabras, palabras

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Provoca cierta carcajada que los analistas políticos pidan por estos días que los candidatos a la Presidencia se sinceren y muestren al electorado todo lo que piensan hacer cuando esos mismos analistas saben que una condición innata de cualquier político que se precie de serlo es la mentira. ¿Acaso no sabemos que la demagogia es un recurso político recurrente de la clase política mundial?

Para no referirnos a las mentiras del presidente norteamericanos Obama que prometió en campaña electoral cerrar la vergüenza que significa Guantánamo y no sólo se olvidó de esa promesa sino que ante la revelación de Wikilenks se ha hecho el loco. Y, claro distinto es un loco norteamericano que un loco venezolano.

Fernando Belaunde Terry ofreció un millón de empleos y no sólo no promovió esa oferta electoral sino que favoreció únicamente a los militantes acciopopulistas. No es que los peruanos nos hayamos olvidado de sus promesas sino que nos dejamos encandilar por las palabras bonitas del arquitecto y más temprano que tarde nos convertimos en seguidores de causas perdidas. Hoy, muchos años después de su muerte, hay que decir que el líder de Acción Popular era más mentiroso que arquitecto. Era más político que profesional. Era más demagogo que político.

Alan García (¿se acuerdan?) prometió en CADE de 1984 no chocar con los empresarios y años después pretendió estatizar la banca porque priorizó su popularidad a la política seria cuando lo más serio era gobernar con los empresarios no porque sean la octava maravilla del mundo sino porque no se pude construir una sociedad inclusiva.

Después de Alan padecimos a Fujimori que en menos de días cambió su no shock por sí shock. Luego vino Toledo que tuvo en el sur su más terrible mentira y en los loretanos su agenda con 60 puntos que firmó en el Club Tennis y nunca lo respetó. Y qué del TLC que Alan prometió desautorizar y terminó firmándolo servilmente.

Así que que no hay porqué preocuparnos por Humala porque las mentiras de campaña son verdades de gobierno y porque una cosa es el gobierno y otra muy distinta el candidato.