A Net Vizzini, mínimo (*).

No pretendo ser aguafiestas ni dármelas de bombero entre fuegos artificiales en medio del alboroto navideño. Menos echar por los suelos la ilusión infantil de muchos que creen que el regalo viene solo. El mundo de la fantasía está bien. Con todas sus exageraciones, Navidad es Navidad. Pero, tampoco vamos a seguir la comparsa y creernos el cuento que en esta época de crecimiento inclusivo toda mesa tendrá su pavo y toda familia será un ejemplo de unidad. No, pues.

Creo que desde los ocho años, más o menos, cada víspera del cumpleaños de ese pata llamado Jesús me revienta el cerebro la pregunta de si Navidad no es sinónimo de hipocresía. Y no sé en qué versículo y tampoco interesa de qué libro, si de los Corintios o del evangelio según alguno de los santos, pero Jesús detestaba la hipocresía, a aquellos recaudadores de impuestos que se la pasaban de vivos en medio de la necesidad de la gente.

Si quieren que me ponga más dramático, también lo puedo hacer. Por ejemplo, contarles que Navidad en mi barrio era una junta interminable entre los que tenían para el panetón y los que apenas saboreaban un té de hoja de naranja, cogida de la huerta del vecino, en cuyo territorio una viejita más a menos cascarreaba insultaba a los intrusos sin importarle la fecha cristiana. Y entre los abrazos y besos por los deseos de dicha y prosperidad que nunca llegaban la presencia de una tía hipocritona se hacía notoria porque la susodicha –a pesar que iba todos los domingos y días de guardar a misa- mezquinaba los potajes o, para comprobar su insensibilidad, apabullaba a los suyos con regalos y comida que a otros quitaba o, en el peor de los casos, negaba.

¿Qué es linda la Navidad? Cierto. Porque mantiene la fantasía y uno cree -hasta que se demuestra lo contrario antes de celebrar la primera década- que en la noche es cuando un barbudo vestido de rojo y blanco trae el regalo que uno ha señalado en el petitorio. Yo recuerdo que no pedía juguetes a ese barbudo, solo le imploraba que haga todo lo posible para qué mi papá no se muera y, por extensión, mi mamá tampoco y ninguno de mis hermanos. Mi niñez solo quería eso. Ingenuamente pensaba que bastaba es pedido para que los seres queridos se inmortalicen. Y, claro,

Todos los días pueden ser Navidad –ya lo dice el mounstruo de la canción- si tienes en tu hogar la alegría de dar. Pero ya sabemos que los humanos siempre pedimos más de lo que podemos dar. Y por eso habrá comida de sobra en varios hogares mientras en otros no habrá ni pan tostado. Habrá familias que se junten en torno a la abuela que está por morirse o ante el abuelo que ya ni siente sus extremidades. Pero nunca la justicia, como lo soñó ese revolucionario que a los 33 años tuvo que sacrificarse en la crucifixión.

(*) Net Vizzini, era un escritor que se hizo famoso por sus consejos contra la  depresión, que pese a sus prédicas decidió quitarse la vida ayer, víspera de Navidad, arrojándose del techo de la casa de sus padres, en Brooklyn.