En uno de los hoteles más lujosos de Manaos estaba alojado el señor Ramón Pizango Tangoa, alcalde virtual del remoto distrito de Cahuapanas. Desde hacía año y medio no era visto ni en pintura en su circunscripción y muchos pensaban que se había hecho humo y nada como el soplo del ser. Otros imaginaban que había naufragado en algún viaje fantasma. Algunos suponían que se había olvidado que era burgomaestre debido a alguna falla de sus neuronas cruzadas. Pero en verdad el citado andaba vivo y gorreando el dinero de ese pobre distrito tantas veces abandonado por todos los gobiernos.

Es posible que Ramón Pizango Tangoa pretendía dirigir los destinos de ese lugar a través de las redes sociales, de varios celulares conectados a las orejas de sus asesores y funcionarios, del poder de su mente o desde las ventajas de cualquier otro sistema ignorado por este cronista. Lo cierto es que estaba lejos, en un hotel de Manaos donde tenía su cuartel general, su suite exclusiva, desde donde iba a mirar la mayor cantidad de partidos posibles. Hincha acérrimo de Brasil, estaba seguro que el equipo de la verde amarrilla iba a conquistar la sexta corona de la pelota mundial. No pudo, sin embargo, seguir en esa ciudad, pues efectivos de la policía peruana le agarraron de las solapas para que respondiera ante la justicia por los viáticos que se zampaba y que eran todo el presupuesto de su abandonada alcaldía.

Lo terrible del asunto no fue ese desperdicio de dinero, sin embargo. Fue que el mismo alcalde lejano y ausente, en aras de contentar su espíritu deportivo y mundialista, había hecho un préstamo millonario a un banco local porque entre sus planes figuraba viajar a Katar a ver la justa universal que se venía y donde el Brasil iba a campeonar de todas maneras.