Mata el alma y envenena

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

En política no hay cadáveres. Claro, me dirán que hay muertos que son utilizados políticamente. Pero eso es otro cantar. Si no hay cadáveres, por lo menos debemos admitir que existen muertos vivientes. Creo que a nivel nacional Fernando Olivera es uno de ellos. Y como ha anunciado, a través del noticiero “Buenos Días Perú” su regreso al país, es bueno recordar sus antecedentes.

Olivera diseñó su figura política entre la payasada y el odio. Tanto así que su apelativo se lo debe al cómico Carlos Álvarez que lo bautizó con aquello de “Popy” en homenaje a un payasito venezolano que llegó en gira al Perú y se quedó porque recibió una oferta laboral en Panamericana Televisión. Y siendo su origen un poco bufonesco, sin embargo la combinó con mucha dosis de odio hacia quien en ese momento se erigiría como el Presidente más joven del Perú, o sea, o sea, Alan García Pérez.

Olivera, muchos años antes de su fama, fue elegido Diputado en la lista del Partido Popular Cristiano y a los pocos días de jurar al cargo renunció al partido que lo llevó a ese escaño. Estamos hablando del quinquenio 1985-90. Después de ese inicio un tanto tránsfuga formó el Frente Independiente Moralizador, que producto de la coyuntura llegó a tener cierta presencia nacional. Pero luego de varios años de intentos hasta de llegar a la Presidencia de la República, el FIM tuvo que ser eliminado de los padrones del JNE por la baja votación que obtuvo.

Pero siempre estaba presente su animadversión hacia Alan García Pérez. Podría afirmarse que el FIM con Olivera alcanzó su máxima expresión en los últimos años del gobierno de Alberto Fujimori y aquello de haber presentado el video que a la postre marcó la derrota callejera del fujimorismo le llevó a la cúspide. Luchaba contra la corrupción. Cuando ganó las elecciones Alejandro Toledo le nombró ministro. Ya en el Poder Ejecutivo nunca dio pie con bola. Sus gestos obscenos, sus golpes a los periodistas que pugnaban por entrevistarlo y sus arrebatos de plenipotenciario obligaron a Toledo a destacarlo como embajador en España. Vaya, vaya, lo más parecido a un elefante en una cristalería. Pero su odio a Alan García se mantenía.

A la distancia, Alan fue elegido democráticamente dos veces presidente del Perú. Y, dicen los que le idolatran y los que le temen, que ya está preparando su tercera campaña exitosa. Mientras que Olivera anuncia que vuelve al país y con ello vuelve a la política. Hará lo de siempre, no tengo la menor duda. Porque personas como Olivera han nacido para el intento de destruir. Nunca contribuir al desarrollo.

Aquí en Iquitos hay varios de sus seguidores. No me refiero a los que alguna vez militaron en su partido o le acompañaron en elecciones diversas. Me refiero a aquellos que han hecho de la política un método de odio exclusivo. A aquellos que siendo incapaces de generar buenas prácticas se han dedicado a promover el odio hacia sus opositores. Y, como dice el Chavo del Ocho, el odio mata el alma y envenena.