La paz del Olmo, en la almendra de Madrid, se ha visto fastidiada por unos malos vecinos. Sí, vecinos que te dan la murga. Te hacen la vida imposible y no respetan las reglas mínimas de convivencia. La vecina de al lado vendió su piso a un inversor inmobiliario de pisos turísticos y desde esa venta empezaron nuestras desdichas. Primero fue las obras de reforma. En verdad, fueron un martirio porque hicieron serias modificaciones al piso que repercutía en nosotros. Los martillazos, polvo e instrumentos para la construcción no cesaban con la bulla. A través de la gestora de la finca tratamos de establecer unas mínimas reglas de juego de vecindad con el propietario de la finca. Nunca dio la cara. Un buen día luego de casi tirar una de las puertas de entrada al piso apareció el subcontratista quien gestiona el alquiler – tienen hasta una página web, que se hace llamar CEO, en verdad, es un pringado que va de tiburón-capitalista a tope. El tipo un impresentable que desde el primer momento fue renuente a llegar a cualquier acuerdo de convivencia – los inquilinos del piso de alquiler con déficits de civismo dejaban bolsas de basura en el pasillo y muchos de ellos hacían bulla más allá de los límites intolerable (estos bichos no tienen nacionalidad, nativos y extranjeros con los mismos vicios). Una de sus perlas fue que un día de manera subrepticiamente en una de las puertas que pertenece al área común ha puesto una caja donde los inquilinos dejan las llaves. Así, sin consultar, en un gesto altamente con alta dosis de testosterona y de gran legado autoritario ibérico. En la nocturnidad como hacía la minera en los territorios comunales de campesinos andinos de las novelas de Manuel Scorza, este señor impresentable, iba tendiendo sus posesiones en las áreas comunes. Tratamos de hablar con él- un personaje súper ocupado, que nunca da la cara. Nada de nada. No hace caso al presidente de la Comunidad, a los vecinos, a nosotros, a nadie. Para más inri, hace unos días en la puerta común apareció otra cajita de llaves, así sin consular y contra el acuerdo de la comunidad. Este representante del capitalismo “golondino” no cree en las palabras ni en la paz social.  Hizo que brotara lo peor de mí. Lanzaba insultos al aire. Estaba a punto de declararle la guerra a este mal vecino.

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