Los rostros de quienes son candidatos o candidatas a un puesto público mutan durante el tiempo que duran las elecciones y posterior a esta, más si son los ganadores de la contienda electoral. No nos ponen caras largas, son semblantes risueños. Aunque detrás de esa sonrisa casi todos rozan con el perfil mefistofélico (unos supay), pocos, muy pocos lo conservan y seguramente no son conscientes de esta sufrida metamorfosis casi kafkiana. Abro un paréntesis, uno de los pocos rostros que no ha cambiado al menos de lo que he visto por las fotografías (las fotografías son el reflejo del alma, decía un viejo dicho) ni cuando era candidato ni durante el ejercicio del puesto y después de él ha sido el de José o Pepe Mujica, el expresidente de Uruguay; seguro que pueden haber más personas y dejo abierta esa posibilidad. Dicho esto, cierro el paréntesis. El expresidente de la tierra de Artigas y de Francescoli parecía que el humo tóxico del ejercicio del poder no le afectó, en cambio a García Pérez, Toledo o Fujimori el rostro les cambió para mal (encarnan el alma pícara [en peruano, el pendejo] en diferentes variaciones y matices). Pepe Mujica siguió siendo el mismo, el abuelo con rostro bonachón pero que tenía también carácter para no dejarse domeñar. Mantenía su misma rutina desde antes que fuera candidato.  De alguna manera ideó una buena coraza contra las adulaciones, prebendas, lisonjas que el poder engolosina a los faltos de espíritu. Que se acostumbres a que sus asesores le rían las gracias. Seguro que fue la sensatez, es el mejor remedio contra el poder. Un gobernante del imperio romano tenía a una persona casi a pie de cama para que le recordara que era humano, son mecanismos para no dejar de pisar tierra. Que reclama el sentido común. Digo todo esto a raíz de la toma de mando o juramentación de las nuevas autoridades en este caso me refiero a la floresta norte de Perú. Los rostros han cambiado, es como si les hubiera entrado azufre o alguna sustancia tóxica en las venas y que tiene efectos inmediatos en los semblantes de las nuevas autoridades. Les invito a un repaso a esos rostros. Como han cambiado hasta la manera de vestir y de hablar. Son otros, no son los mismos, es como si el ponzoña del poder se hubiera apoderado de esas mentes.

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