Hablar de Cuzco es hablar de una ciudad referente del turismo mundial. No es para menos. Es la puerta de entrada obligada a Machu Picchu, la ciudadela de piedra edificada por los antiguos incas en la cumbre de una montaña, elegida en 2007 como una de las siete maravillas del mundo moderno. Su aeropuerto, por ello, es el segundo de mayor flujo de pasajeros, después del aeropuerto internacional de Lima. Se trata de una infraestructura puesta en operación en 1964 que con el paso del tiempo ha sido prácticamente rodeado por el crecimiento urbano de la ciudad imperial.

El cierre de este aeropuerto antiguo estaba programado para el año 2022, plazo en que se había planeado la culminación y puesta en operación del nuevo aeropuerto de Chinchero, situado a 28 km de Cuzco, un terminal aéreo de mayor tamaño y capacidad que tendrá una pista de aterrizaje de 4000 metros y una capacidad para 20,000 pasajeros. Chinchero, además, es un aeropuerto con proyecciones para manejar conexiones internacionales de manera directa, es decir, que hará innecesario el paso de los turistas por el aeropuerto internacional “Jorge Chávez” de Lima para llegar a Cuzco.

Entonces, aquí viene el meollo del asunto. Actualmente viajan a Cuzco por avión unos 3 millones 200 mil pasajeros al año. Se calcula que de esa demanda global, la cuota de mercado de la empresa chilena Latam que hace la ruta Lima-Cuzco-Lima es de 60%. En cifras más concretas, ese porcentaje representa unos 2 millones de pasajeros, aproximadamente, el 90% de ellos turistas extranjeros que utilizan Lima como terminal de partida hacia el Cuzco o terminal de retorno desde el Cuzco. Echando pluma, a razón de 220 dólares por turista eso representa unos 400 millones de dólares al año. En cinco años, esa cifra se convierte en 2 mil millones de dólares.

Por eso es que la construcción y puesta en operación del nuevo terminal de Chinchero es una enorme piedra en el zapato, una grave amenaza para la aerolínea chilena. Al manejar conexiones internacionales directas, es decir al posibilitar que los turistas extranjeros ingresen directamente a Cuzco, Chinchero le quitaría una amplia y significativa proporción de pasajeros en la ruta Lima-Cuzco-Lima lo que a su vez le generaría un impacto económico-financiero negativo difícil de afrontar. Inversamente, al impedir que Chinchero se realice, lo que en realidad están haciendo los detractores del ex ministro Martín Vizcarra que firmó la adenda para iniciar la construcción de Chinchero, es jugar en pared con Latam que de esa manera se asegura 400 millones de dólares por cada año que se retrase el proyecto. Si lograrían retrasarlo cinco años, eso significará un beneficio de 2 mil millones de dólares.

Quizás esto explique por qué poderosas razones, un congresista de apelativo Vitocho, el detractor más alevoso de Vizcarra y del proyecto Chinchero, ha preferido estar presente en la boda del hijo del presidente del directorio de Latam, antes de colaborar con su país que pasaba en ese momento una emergencia nacional por el fenómeno del Niño Costero. La fastuosa boda realizada en República Dominicana, un país de mucha playa caribeña, unía en matrimonio al heredero de dos familias vinculadas a dos de los grupos económicos más poderosos del país: Latam y El Comercio. A este congresista se sumaron otros “padres de la Patria” que en 2014, cuando se firmó el contrato con la concesionaria, no observaron, ni dijeron nada acerca de la tasa de interés que elevaba estratosféricamente los costos del proyecto para el futuro.

Por eso la decisión tomada por el ex ministro Vizcarra, antes de renunciar al cargo, de cancelar el contrato de Chinchero es la más inteligente acción antilobista contra Latam y sus parlantes, pues ello facilita que el Estado pueda iniciar la construcción del anhelado proyecto cuzqueño con sus propios recursos y/o mediante una alianza pública-privada, con lo que se alcanzaría la meta de que Chinchero opere en el plazo de 4-5 años, cerrando así la proyección de ganancias de una oligarquía que digita sus grandes medios según sus intereses, alquila conciencias congresales, y confunde a la población haciéndole creer que su voracidad económica es sinónimo de honestidad y justicia.

¿Hablamos de lobistas? Pues mire bien, para quien era el paquete de Vitocho.