Por Andrea Todde Escritora y escolar hola@andreatodde.com
Escribir un libro es suficientemente difícil. Tienes que pensar en toda una historia, sus personajes, el universo en el que ocurren los hechos, etc. Pero no termina ahí. No, ese es solo el principio.
Algunos creen que publicar un libro solo consiste en encontrar un editor que le guste tu obra y esperar a que te lo edite mientras tomas agua de coco echado en una hamaca, sin ninguna preocupación. Pues, no es así, o por lo menos no lo ha sido en mi experiencia.
No solo es muy difícil encontrar un editor, sino que llegar a un acuerdo es muy complicado. A veces quieren vender tus libros en sitios en los que no quieres, o ponerlo en un formato que no te gusta.
A mí lo que más me apena es cuando me dicen que tengo que sacar partes de una novela. Para mí, mis escritos son como mis hijos (sí, sé que eso suena rarísimo), y me da mucha pena sacar escenas que, aunque no son importantes para la historia en general, a mí me agradaban. A veces, esto me frustra tanto que quiero golpear a alguien con mi manuscrito, pero me recuerdo a mí misma que la mayoría de personas no considerarían eso «profesional».
Otra cosa que suele estresarme es el tiempo que toma. Como todos los escritores, una de las cosas que más me alegran es ver un libro mío publicado en vida real. El problema es que en mi caso es tarda muchos meses porque, como les podría asegurar mi profesora de español, no soy exactamente sobresaliente cuando se trata de acentos. Por eso, y porque mis novelas suelen ser largas, toma un tiempo largo editarlas, y eso suele estresarme un poco.
También resulta frustrante debatir cosas como la portada, la síntesis atrás y cosas por el estilo, porque tú como el autor has planeado este libro hasta el más mínimo detalle, y que alguien cambie tu idea de cómo debe de quedar tu libro puede ser molesto.
Aun así, es importante recordar que los editores han estudiado para hacer su trabajo lo mejor posible, y probablemente tienen más experiencia y conocimiento que tú cuando se trata de editar manuscritos. Por eso, es clave dejar ir algunas de tus ideas y aceptar las suyas, y juntos crear el mejor producto posible.