La memoria nos hace jugarretas. Es decir, privilegia unos hechos y, parece ser, que desdeña otros. Eso lo podemos comprobar con nuestros ancestros y otros familiares sobre el pasado. En unos ponen mayor luz y en otros son esquivos, regatean lo que pasó. O simplemente lo que tenías en el recuerdo, a los ojos de ellos son otra cosa. No ocurrió así. Es un esfuerzo y tensión consciente e inconsciente, es el enigma del cerebro. Por estos días las balas, tanques y bombardeos en la zona de Gaza nos tiene a todos con el corazón en un puño (hubiera que psicoanalizar a muchos de los políticos y políticas israelíes que están detrás de todo esto, han dicho barbaridades). Que empieza la tregua y en un minuto tenemos niños y niñas muertas, colegios de Naciones Unidas que simplemente son borrados del mapa con un clic. Es una tragedia que son seguidas por las cámaras de televisión (quieren que no sintamos esas muertes, eso ocurre lejos es el mensaje) y las fotografías (nada más cruel que los fotógrafos resalten a niños con la camiseta del Barcelona en medio de los escombros al mirar sus casas, que falta de sensibilidad, como sí la tragedia tuviera bandera deportiva, más cuando ese club fue cuestionado en la contratación de menores). Alguna instancia internacional ha dicho que ambos bandos están violando normas de derecho internacional humanitario pero esas declaraciones no logran apaciguar la impotencia. Es un herida sangrante que como humanos duele y de que manera. Pero ese dolor, no hay un mundo perfecto, viene de lejos por los mismos horrores que los humanos nos infringimos entre nosotros mismos como lo fue la tragedia de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial. En ambas ciudades arrojaron bombas atómicas, y tiraron al traste al derecho internacional humanitario. El aniversario de esa desdicha ha sido los primeros días de agosto pero entre tantos gemidos en Gaza no hemos recordado lo suficiente de este horror que pone en cuestión lo que somos los humanos. Así somos de torpes.

 http://notasdenavegacion.wordpress.com