ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Hace algunos días el exdirigente aprista de Loreto, Enrique Pinedo García, aseguró en el programa televisivo “Pro & Contra” que el pueblo loretano dio la espalda al congresista Augusto Vargas Fernández, porque presentó la ley que permitía la unión civil entre personas del mismo sexo y porque en el quinquenio que concluye en julio dejó de lado los intereses de la región para someterse a la dirigencia nacional. Lo que hay que añadir a esta aseveración es que la derrota en las urnas en abril pasado parece que perjudicó el sentido de la oportunidad del congresista y por eso habló solitariamente del indulto que podría dar el gobierno aprista al expresidente Fujimori por razones humanitarias.
Sorprende que un político a quien propios y extraños reconocen no sólo elocuencia sino pertinencia haya salido en la hora nona del aprismo a plantear un indulto que genera rechazo en Lima –salvo en los sectores duros del fujimorismo como el que representa el médico Alejandro Aguinaga, quien salió a agradecer efusivamente al “chatito de las grandes ideas- y provoca en los iquiteños el renacimiento de un repudio expresado hace muchos años.
Sorprende porque no es un secreto que una vez terminado su período legislativo –que a criterio de este columnista ha sido regularón- el chato Vargas regresará a Loreto para emprender una campaña –comprensible- con miras a convertirse en presidente de la Región Loreto. Y es evidente que los medios le recordarán esta propuesta como una afrenta a un pueblo –a veces con cierta desorientación- hizo de la oposición a Alberto Fujimori un tema de agenda permanente. Y, además, ese mismo pueblo tuvo en Vargas un aliado que presidió el referéndum tendencioso de la década del 90.
Como su propuesta ha motivado que el dirigente Mauricio Mulder confesara que tuvo que “llamar la atención” a Vargas esperamos que hasta el fin de su mandato nuestro chatito parlamentario entre a una cura de silencio que le haga recobrar el sentido de la oportunidad tan necesario en todo político que piense en el (su) futuro.
En todo el país se comenta la jugada que García Pérez pretende al lanzar, por interpósita persona, la posibilidad de un indulto a Fujimori, para recoger las impresiones de la opinión pública.
Aunque algunos paisanos de la estrella se jalen de los pelos , el señalado congresista, conspicuo participante de la cúpula alanista, ha emitido mediante su «opinión personal», los deseos de García : «…En ese mismo momento, un mayordomo de García llamado José Vargas dijo, mandado por el amo, que a Fujimori hay que soltarlo ya…» («Hildebrandt en sus Trece»).
Lo que el sr. Vásquez debe señalar no es la supuesta impertinencia del minilegislador al comulgar semejante rueda de molino, sino por la obsecuencia servil como señala el párrafo de Hildebranbdt.
García, y sus secuaces en todo el Perú lo apoyan , está jugando su última carta, al haber perdido sistemáticamente todos los candidatos a los que apostó descaradamente, para no ser investigado, procesado y probablemente condenado, por un sinnúmero de cargos.
Un indulto a Kenya (aunque a los fujimoristas les equivalga a aceptar la culpabilidad del jefe de la mafia), le otorgaría a García , por lo menos, el respaldo de los congresistas de esa bancada para bloquear cualquier denuncia constitucional en su contra.
El problema entonces no es que se haya lanzado la especie por encargo, el problema es que García efectivamente conceda el indulto a Kenya; por lo demás, sería darle coherente epílogo a la benigna política carcelaria que ha dispensado al mafioso y autor intelectual de asesinatos, en la Diroes. «Ayúdame que te ayudaré» .
El problema también es que algunos ciudadanos de nuestro país -y en nuestra región los hay también ignorantes – se acostumbraron a ver a un Fujimori ejerciendo facilidades y gollerías en la Diroes, gentil concesión del alanismo, a tal punto que la simple propuesta de endurecer su régimen carcelario, es decir, que la justicia se cumpla a cabalidad en su caso, se llaman a escándalo y pregonan que hay venganza y que se instauraría una política de ojo por ojo. Desde cuándo la justicia es venganza?. Todo lo contrario, lo más saludable que puede pasar en nuestro país es que haya una justicia expedita (justicia que tarda no es justicia), equilibrada, igualitaria (mismo trato a todos los procesados y condenados) y sancionadora ( con sentencias acordes), contra todo delincuente, político o no.
Sino seguiremos siendo el triste país donde los que tienen y los que pueden, hacen de la justicia peruana y sus jueces, socios de sus fechorías.
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