No hay mejor sensación que el jet lag, el desfase horario, uno peregrina en esa zona de la ambigüedad, de no saber en qué comarca te encuentras. Estas peregrinando en esa zona de frontera. Donde das la vuelta sobre el mismo sitio sin saberlo. Tu brújula interna necesita encontrar, poco a poco, el norte y cuesta. Aunque muchas veces en ese país de los claroscuros te arrojan chispazos de ideas para nuevos proyectos. Vienen como epifanías. Dan pie para emprender nuevas iniciativas. Para leerte golosamente y de un tirón varios libros. Así el vuelo transoceánico me dio tiempo para terminar un libro de trescientas páginas sobre librerías. Y ya en tierra me dio fuerza para leer una recopilación de artículos de Marco Avilés. Me levanto a las seis de la mañana o menos para leer que no es habitual, es una hora donde el sueño es más profundo pero no cuando tienes metido en el cuerpo el jet lag que hace que te calcinen las sábanas. Despierto. En estos días de brisa marina y tertulia familiar estoy leyendo el ensayo de Avilés “De dónde venimos los cholos”, confieso que su recopilación de artículos “No soy tu cholo” me pareció más punzante y más ágil. Es una primera impresión. Es un estado del desfase horario en que casi todo lo tienes alterado. La hora de despertar, de soñar, de pasear, tus hábitos de rutina están alterados o no los haces. En los primeros días tienes esa sensación de vivir un terremoto interno. Se mueven o se atrasan las horas y tú sigues, impenitente, saboreando ese desfase. Todo se te hace un tsunami. Da la sensación que dilapidas el tiempo y es todo lo contrario, si lo manejas bien puedes ganarlo. He llegado a la conclusión que es una tensión muy creativa. Con toda esta cuesta de los horarios veo que el reloj de mi madre, que es todo un personaje de Macondo, sigue marcando la hora de su lugar de origen y le preguntó la razón, respondiéndome que para tomar mis medicinas con el horario peruano. Me deja sin palabras. El jet laj no va con ella, es al revés.

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