En casi dos días hemos subido en aviones y autobuses (colectivos como llaman por aquí) para visitar Salta y San Salvador de Jujuy. Nos habían dicho que en esas ciudades el calor nos podría acompañar, noticia que no se confirmó para nada. Hacía frío, no mucho pero se dejaba trasuntar en los huesos y carnes. Las dos ciudades recorrerlas es como si estuvieras dentro de esa América andina de diferentes voces. Lejos de los tópicos que se construye con los argentinos muy centrados en Buenos Aires. Aquí el dejo dejar de ser el porteño. Hay ese dejo andino al pronunciar las palabras. Mi memoria al escucharlas me iba a cualquier ciudad de los Andes de Ecuador, Bolivia o Perú. Ni punto de comparación con el castellano que se pronuncia en Buenos Aires. Ni del estrés de toda gran ciudad. Se camina muy apacible, la gente es muy amable, diría, amabilísima. En una calle de Jujuy entré una librería y pregunté por la novela ¨Santa Evita¨ de Tomás Eloy Martínez en edición de bolsillo y la tenían. Mientras que en la librería “El Ateneo” de Buenos Aires, uno de los empleados, muy poco simpático y gramos de chulería por cierto (se parecía a los ríspidos libreros de la Casa del Libro en Madrid), me negó que hubiera en esa edición. Y el empleado de Jujuy con una afabilidad que me recordaba a las librerías de Montevideo donde conversabas amistosamente con el librero sobre autores y novelas. Claro, que la compré casi de inmediato. También en esta ciudad disfruté de locro, que delicia de plato. Lo disfruté cuchara a cuchara en un restaurante que nos recomendaron del hotel. El viaje ha sido intenso y hemos disfrutado en cada kilómetro. Argentina tiene mil caras y se parece a muchos de esta América.

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