Después de que se realizó la elección de los nuevos congresistas, la Tigresa del Oriente, sin que viniera a cuento y desafiando a toda cordura, se lanzó a la conquista de la presidencia peruana. Ella, vestida con prendas folclóricas, imitando los aullidos de los felinos, comenzó a recorrer el complejo país realizando mítines concurridos donde enseñaba a arañar a los votantes de ambos sexos. Toda su campaña fue perfeccionar esa agresión para defenderse en caso de robo o asalto. La enseñanza era oportuna y precisa y las gentes se sintieron dueñas de la propia defensa y protección en un mundo donde reinaba la total inseguridad. De esa manera la famosa mujer avanzó en las encuestas y a la hora de la verdad de la votación ocupaba el primer lugar.

Entonces no fue una sorpresa que luego del conteo de los votos ella saliera elegida como la flamante presidenta del Perú y sereno. Era la primera vez que una mujer iba a ocupar el codiciado sillón de Pizarro y la fémina se instaló en palacio de gobierno con todos sus corotos y sus bártulos y dio inicio a su asombrosa gestión. La tigresa estaba en la cumbre y su programa gubernamental consistió en perfeccionar el arte de arañar. Fue así como los peruanos y peruanas se hicieron diestros en la defensa personal y en la agresión ante cualquier peligro. Lo impresionante era que esa medida boba permitía a la mandataria marchar en la cumbre de la popularidad pues el 100% aprobaba su extraña gestión arañadora. En el colmo de la gloria presidencial la tigresa del Oriente desdeñaba cualquier crítica en su contra y se ponía a cantar los temas que ella misma componía. Así fueron pasando los meses hasta que decidió visitar Iquitos.

Nadie sabe hasta ahora la manera cómo se fueron encadenando los hechos que luego desembocaron en el bochorno de encontrar a la Tigresa del Oriente botada en la calle. La cuestión es que la mandataria se fue a cantar en un centro nocturno luego de su clase de arañazo limpio. Y fue allí que alguna desalmada pepera quiso aprovecharse del reluciente poder y convido a la mandataria un poderoso somnífero para luego despojarle de todas las joyas y prendas que llevaba por entonces.