El general Vásquez

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Olot tiene poco más de 30 mil habitantes. Geopolíticamente podría ser considerado como un distrito pero ninguna provincia loretana siquiera se asemeja ni económica, social ni urbanísticamente. Mi periplo europeo no hubiera considerado esta tierra volcánica sino fuera porque el pater familia de los Vásquez Izaguirre radica en este pueblo hace poco menos de una década. Y, por lo que veo y escucho, está feliz de su residencia porque su condición de jubilado hace que la pase bien. Muy bien, diría.

Jaime Humberto Vásquez Vásquez fue el último hijo de Juan José y Natividad, esa pareja que engendró seis hijos allá en el Alto Marañón y que ambos se encargaron de perfilar para ser ciudadanos de bien. Llegó al máximo grado en la institución policial y fue uno de los últimos generales que tuvo la Guardia Republicana antes que “el búfalo aprista Agustín Mantilla” la desmantelara. Llegó a ser jefe de su institución en Loreto. Tuvo, pues, el máximo cargo en la tierra que lo vio nacer.

Desde hace varios años cada vez que lo encuentro nos enfrascamos en una charla siempre interminable sobre la descendencia del abuelo Juan José. Está pendiente la elaboración de ese árbol genealógico donde no faltan las uniones incestuosas y la proliferación de descendientes que cada vez se va reduciendo. Y es que hablar de las vivencias de los que se fueron y de los que están en este mundo siempre es un ejercicio fascinante. Recordar las coincidencias entre uno y otro descendiente a la hora de la muerte es ilustrativo. Saber que el abuelo murió en similares circunstancias que su hijo Alejandro y que ese viejo entregado al trabajo en la selva tuvo por esas circunstancias de la vida cuatro mujeres en las que engendró más de una veintena de hijos es un ejercicio maravilloso.

Escuchar al general Jaime Vásquez Vásquez aseveraciones sobre lo que pudo ser la institución a la que perteneció y que no fue porque, lamentablemente, los políticos no hacen caso a los técnicos es comprobar que somos el país del nunca jamás. Ver cómo brillan los ojos del general cuando habla de las bondades del sistema de salud de Olot y lamentarse porque en nuestra patria un sistema tan sencillo como eficiente no puede implementarse es comprobar que la residencia europea no lo ha desvinculado de la tierra y la patria a las que se entregó desde muy joven.

Ya sea en Iquitos o en Lima o, como esta vez, en Olot, siempre terminamos dialogando sobre Perú, CNI y la familia. Porque el general tiene quien le converse y es el único general que tuvo la familia ascendido a punto de estudio, disciplina y honestidad. Porque verlo en tierras catalanas me ha producido enorme satisfacción. Lo he visto jovial, tranquilo y conversador, como siempre. Y es que con el general Jaime Vásquez uno siente que la familia está feliz y esa felicidad hay que compartirla, qué caray.

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