Ejemplaridad pública
Por Miguel Donayre Pinedo
Parto de la premisa que la política no es cochina per se. Estas mismas palabras lo decían personas como Franco o el mismísimo Fujimori. Claro, fustigaban a la política pero sacaban prebendas de ella – el hijo e hija de Fujimori viven la política. Los actores involucrados en ella son de otras aguas, algunos o algunas de aguas turbias o enlodadas y porqué no, de aguas servidas. Hay un viejo concepto que exige que en el espacio público se debiera mostrar las virtudes o ejemplaridad antes que vicios. Pero de una parte a esta, la vida pública se ha venido a menos, en ella se muestran las miserias, las orfandades de una sociedad. Miren lo que ha sucedido con el Vicepresidente Chehade, no creo que lo que haya hecho sea muestra de ejemplaridad pública. O de cualquier aprista o fujimorista opaco. O del burgomaestre de la ciudad de Iquitos cuyas cuentas parecen ser no muy transparentes. Huele mal, a chamusquina. Pero en el ámbito internacional público también pasa lo mismo, miremos a Berlusconi y compañía. O lo que hacían los amigos de Bush aprovechando licitaciones públicas de la guerra de Irak. Si, huele mal. La ciudadanía debería revertir esto, exigir más a sus autoridades, que éstas dejen su opacidad, exigirles rectitud frente al bien público. Me importa lo que hagan en su vida privada, pero en lo público deben cumplir con las virtudes de rigor entre ellas, la transparencia y ejemplaridad que para muchos es mostrarles veneno.