En las elecciones generales del 2011, en la que resultó ganador Ollanta Humala, me tocó ser presidente de mesa. Se me ocurrió, a la vez de constatar si los votantes figuraban en el padrón respectivo, verificar en cada uno de los DNI cuántos de los 250 electores eran donantes. El resultado fue decepcionante. Solo 5, conmigo incluido.

Nuestro país está en la época de las carretas en cuanto a donación de sangre y peor aún, de órganos. Hay mucha ignorancia y mitos, mucho de ello debido a creencias religiosas y tradiciones culturales.

El Centro Hemodador Regional de Loreto – Banco de Sangre Tipo II,  acaba de cumplir dos años, ahora está debidamente implementado, con equipos modernos de alta tecnología y con un personal debidamente capacitado e identificado con su labor. Según reciente informe oficial del ministerio de Salud, nuestro Centro Hemodador ocupa el primer lugar en donantes a nivel nacional. Además, cabe señalar que en el país existen solo tres CH, uno de ellos es el de Iquitos.

Sin embargo, aunque suene a contradictorio con lo señalado, hay un déficit todavía en los donantes de sangre. En el Perú la cultura del donante aun es tibia tirando para fría y la demanda en la región Loreto, por su geografía y su inaccesibilidad, no se puede cubrir como se quisiera. Necesitamos muchos más personas voluntarias.

Yo soy del tipo de sangre A negativo, de las más difíciles de encontrar, cada vez que hay una emergencia en algún hospital de Iquitos es un verdadero Vía Crucis para los familiares del paciente. Las vidas penden de un hilo y la indiferencia o indolencia de las personas son como agujas en el alma. Hasta para conseguir RH+, diríamos la más común, hay que cruzar los dedos y prenderle una vela al santo preferido.

En las redes sociales, principalmente en el Facebook hay páginas por cada grupo de sangre, a través de este medio se lanza la alerta y con la gente solidaria se responde al llamado. Pero resultan siendo insuficientes. Los más jóvenes son los voluntarios más activos. Recordemos que pueden tener este gesto de amor al prójimo las personas entre 18 a 65 años, los hombres cada 3 meses y las mujeres cada 4 meses pueden donar. Pero, insisto, los pacientes necesitados son de todos los días. Y vaya, que uno se siente impotente.

Y qué podemos decir de nuestros órganos, de todo aquello que puede salvar una vida, pero preferimos que se lo coman los gusanos. Sé que es fuerte, que puedo herir susceptibilidades, preferible eso al dolor, desesperación y desesperanza de cientos de pacientes que esperan un trasplante. Mil veces prefiero que mi corazón  pueda latir en otro pecho y no se quede inerte en un cajón.

Donar sangre es bueno para tu salud y mejor todavía para la vida de otro ser humano. Ninguno de esos mitos que rondan por ahí es cierto. No te quedas anémico, pálido o se te acorta la vida. Al contrario, alimentas el alma, no sabes cómo se siente uno de satisfecho de poder hacer algo bueno por alguien al que ni siquiera conoces. Te levanta la autoestima.

Yo tan solo deseo que si mi corazón, mi hígado, mis tejidos, mis riñones, etc. Pueden ser vida después de mi muerte, lo sean. Que sea felicidad para otra persona, consecuentemente para sus seres queridos.

A los míos, les inculqué eso, porque todo puede ser una hermosa cadena de amor. Un canto a la vida. Un poema a la esperanza de pertenecer a un mundo, a una sociedad, donde donar sea tan normal y frecuente.

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