Célula básica

ESCRIBE: Jaime Vásquez

“Solo dos de cada 10 familias almuerzan juntas y hace la sobremesa debido al ritmo acelerado de la vida moderna y la necesidad de que los padres trabajen fuera de casa”, según un estudio realizado en Lima. Y uno se queda perplejo al recordar que en las aulas del colegio todos los profesores repetían hasta el cansancio lo que un autómata había escrito en el curso de Educación Cívica: la familia es la célula básica de la sociedad. Y la profesora de Religión reiteraba virginalmente que los hijos deben obediencia a los padres.

El estudio fue elaborado hace algunos meses por el Centro de Familia del Perú y ha determinado que esta costumbre afecta el fortalecimiento de los lazos familiares. Aparte de las obligaciones laborales o los estudios, los resultados revelan que “las escasas oportunidades que la familia podría compartir se interrumpen con aparatos como la televisión, la computadora, los juegos en línea y el uso del celular”. Cualquier parecido con su realidad no es pura coincidencia. Porque en estos tiempos de redes sociales y comunidades virtuales usted tiene al ladrón dentro, al intruso riéndose a carcajada limpia mientras usted está en una sala al lado de donde se encuentra su hijo navegando con cualquier desconocido que puede ser un pedófilo en potencia.

Y quienes ya llevamos más de cuatro décadas de existencia añoramos esas charlas donde antes, durante y después de las comidas los hijos teníamos la oportunidad de escuchar los relatos grandilocuentes de quienes eran nuestro referente. Y eran esos espacios los ideales para descubrir un mundo que nos esperaba en las calles. Y no salíamos de nuestro asombro cuando lo que prevenían los adultos los vivíamos en los barrios con ingenuidad y perplejidad.

Hoy nos asombramos –y hasta apuntamos a los medios de comunicación que publican las noticias- cuando un grupo de jóvenes dejan las aulas para divertirse en las playas junto a gente que está en un carril exclusivo de la majadería. Y no nos detenemos a pensar que hemos dejado de lado cosas tan sencillas como la sobremesa porque los compromisos laborales y atenciones amicales se han priorizado. Los resultados que arroja este estudio sobre la familia me ha llevado a la pregunta: ¿cada cuanto tiempo decimos a nuestros hijos que los queremos y cada qué momento compartimos espacios con ellos? La respuesta es solo la confirmación de los resultados de lo dicho en el primer párrafo.