Cascos: Ácrata, ¿yo?

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Uno de los grandes problemas del país es que se quiere uniformizar normas cuando todos reconocen que somos heterogéneos. Sucede en el sistema educativo, forestal, militar, periodístico. Como modelo de convivencia ciudadana lo que sirve en Buenos Aires o Cartagena de Indias puede servir para cualquier pueblo de cualquier continente. Pero las normas no pueden aplicarse uniformemente en las ciudades. La circulación vial no es igual en Lima que en Requena. Si el reglamento “nacional” de tránsito obliga al uso de casco es porque se hizo pensando en los riesgos que lleva circular por la vía expresa de Lima pero no en la lentitud obligada en que se maneja en la mayoría de pueblos de la selva, con las excepciones de las carreteras. Hay que trabajar en aquello de la convivencia ciudadana más que hacerlos en la aplicación de normas enfrentadas con la realidad.

En Cartagena de Indias se ha establecido que un día a la semana –de acuerdo al número de la placa- los vehículos dejen de circular para evitar la contaminación. Ese día libre es aprovechado por los choferes de motos y autos para el mantenimiento de sus vehículos. En Bogotá y Medellín, bajo el sistema de “pico y placa” se impide que los autos circulen en determinadas horas para impedir la contaminación ambiental. En Ciudad de México los niveles de contaminación ambiental han llevado a las autoridades a prohibir la circulación de autos. En Buenos Aires se obligó al uso de casco después de “repartir más de 25 mil folletos entre los motociclistas, en los que se explicó minuciosamente el problema de los accidentes de moto, el tipo de lesiones que ocasionan y las razones para el uso del casco. También se realizó una campaña de concientización masiva a través de afiches en la vía pública y promoción en radios y medios gráficos”. En Tabatinga, en Leticia, en  Presidente Figuereido, en pueblos pequeños de nuestros países vecinos,  el uso de casco no está en debate por una razón sencilla: todos lo usan. En Iquitos no hemos llegado a ese nivel ciudadano.

En Milán, la nota periodística señala que “curas y médicos, parejas de recién casados y sus invitados fueron los únicos particulares -junto a los que poseen vehículos ecológicos- que, pudieron moverse en coche por Milán. Cada vez que la contaminación supera los niveles establecidos por la Unión Europea -50 microgramos de partículas por metro cúbico-, el domingo siguiente no se puede circular”. La medida tiene sus detractores pero está pensada para que los ciudadanos tomen conciencia de los perjuicios de la contaminación. Y ahí se respeta la decisión porque el principio de autoridad no está en cuestión. Recuérdese que en Barcelona la deslumbrante Shakira se atrevió a filmar un video clip montada como pasajera en una moto sin colocarse el casco y eso provocó que la multaran como cualquier hija de vecino, a pesar que en esa ciudad es una diosa no solo por su amorío con Piquet. Porque las normas se respetan, sea usted de izquierda o de derecha. Y hay miles de ejemplos sobre la regulación que se intenta hacer en diversas ciudades para proteger a los ciudadanos. Pero ahí hay ciudadanía.

Creo que el Estado no tiene que estar ni tan cerca que queme ni tan lejos que enfríe. Creo que el Estado no es el cuco que los liberales quisieran y en donde su alejamiento lejos de beneficiar a la población la perjudica. Creo que la ausencia del Estado en varios lugares es el principal factor de subdesarrollo porque nos lleva a una ausencia de ciudadanía. Aquí en Perú han intentado “hacernos creer” que el Estado es el “ogro del pueblo” confundiendo la realidad mexicana a la peruana. Baste ver cómo funciona el transporte público en Europa –que en algunos casos es municipal- para darse cuenta que el Estado no tiene porqué ser ineficiente. Como recuerda Miguel Donayre cada vez que puede refiriéndose al viejo continente, «en teoría… aquí el Estado actúa de un mediador de las desigualdades y promueve el Estado de Bienestar, miren los índices de desarrollo humano de los países nórdicos”. Y hay que combatir las desigualdades. Esa es una de las diferencias fundamentales con nuestras sociedades.

En esto de los cascos, como en varios aspectos, creo que las autoridades son las responsables porque permiten ilegalidades con una ceguera y negligencia alarmantes. Me he referido en anterior artículo al permiso ilegal que se da a los motocarristas que circulan por la carretera Iquitos Nauta sin que la ley prevea esas excepciones.

Así como en el caso de los cascos hay otras circunstancias donde uno puede parecer impregnado de anarco-sindicalista, de alpinchismo –Alfredo Barnechea escribió sobre el tema en el diario “La República hace ya varios meses- y puede verse como un canto a la autonomía de la voluntad y fuera el Estado, casi un ácrata pues. Pero, Dios me libre de esos demonios, porque ahí sí este columnista necesitará casco para esas opciones que han provocado más desastres que los que tratan de evitar, dizque.

2 COMENTARIOS

  1. La informalidad es el peor de los males que padece la sociedad peruana. Un motociclista de la ciudad de Iquitos, en la mayoría de los casos, no usa casco, no tiene placa de rodaje, lleva más de un pasajero, no tiene brevete ni tarjeta de propiedad, es imprudente, no respeta las señales de transito, entre otras cosas. Este status quo se puede explicar y sustentar de mil maneras, pero en el fondo sólo se logra justificar y permitir la informalidad. No se trata de la reglas, sino de la resistencia a cumplir con ellas. Sin orden, sin respeto a nosotros mismos y a los demás, sin valores, nuestra sociedad peruana seguirá tan mal como hasta ahora, y lugares como Iquitos, con tanto potencial, seguirán sumidos en la pobreza y el caos como producto de la informalidad. Sólo basta apreciar las autoridades, como el Alcalde Provinical por ejemplo, que rige los destinos de esta región….»cada pueblo tiene el gobernante que se merece»…nada más cierto.

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