Por: Gerald  Rodríguez. N

Estimado político:

Deseo que usted, al recibo de esta presente y muy sentida carta, se encuentre gozando de muy buena salud luego de que supiéramos, por boca y ojos de mis paisanos, mis vecinos más callejeros, que estuvo empachándose en algunos de esos restaurantes recontra caros, donde te cobran hasta por eructar, o después de aquella súper bomba que se metió por festejar su triunfo adelantado, porque el aparato que le está solventando su campaña es la administradora de los recursos de todos los loretanos, y nadie más se alarmó que mi pobre gato quien hace mucho tiempo no ha encontrado rata alguna por mi barrio. Créeme que el susto que nos propagó aquella vez que algún espíritu ocioso y lector nos recordó aquella frase enigmática de aquel desconocido filósofo griego, llamado Platón, que algunas vez sentenció: “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”, no fue de mi agrado, y no quiero pensar que aquella frase futurista pueda estar dirigido a usted, que nunca trabajó para el Estado, ni para los peruanos, y que si alguna vez trabajó, nunca fue gobernador, ni asesor de gobernadores, ni gerente en alguna oficina, ni tampoco vino cambiándose de camiseta y oportunamente apoyando a candidatos que estaban cercanos al poder. Me alarmé con la frase de Platón al pensar que puedan existir tales políticos. Pues usted, gracia a Dios, nunca ha sido ese político que solo aparece en tiempo de campaña, ni se toma foto en el mercado más descuidado y sucio de la ciudad aparentando su amor al pueblo y sus gustos por la comida de la clase más pobre, porque ya desde entonces aparece con el alcalde, o con el gobernador en algún acto público, donde no le corresponde estar. Me desmorono al ver tanta genialidad para tener ese acercamiento al pueblo de quien necesita su preferencia, con tanta maestría, cómo finge su apego a  comer ese pescado medio crudo, ese masato que usted nunca probó, cómo finge ese beso de la mercadería más pobre, porque usted es un genio para fingir que su corazón es demasiado grande con el pueblo por quien usted nunca hará nada, más que engañar en ese momento con el beso de hipocresía. Qué maestría posee usted, y déjame decir que lo admiro porque me inspira construir un personaje terrible como usted, por excederse en esos gastos en publicidad que usted nunca ha de declarar, y si lo hace seguramente demostrará que existe gente tan generosa que asistió al “coctel” o a la “parrilladita” que organizó al precio de cien solcitos. Usted es un derroche de genialidad, porque su súper poder es la palabra cuando miente que hará carreteras para el pueblo loretano, que bajará el precio del gas, que creerá hospitales y escuelas, que levantará el sueldo de los vendedores ambulantes y estibadores, que inventará un centro astrológico en la ciudad, y hará una replica de la NASA en la Amazonía para tener contacto extraterrestre. Déjame decir que usted es un total genio, que sus propuestas me llegan hasta la tercera dimensión de mi tan obtuso cerebro, porque usted debe ya de antemano, recibir un premio por sus buenas intenciones, debería ser besado por el santo Padre y bendecido por la virgen Rosa Mística. Cómo no quererlo, porque por usted tendré agua y desagüe, luz y gas, porque usted hará el milagro más que San Judas Tadeo, dándome chamba en el congreso, porque de usted soy devoto, su simpatizante más leal al pegar su cara en mi casa, así malogre mi fachada y le de rabia a mis perros. No cierro el hocico cuando alguien habla mal de usted, pues lo defiendo mientras usted debe estar en un lugar muy acogedor, descansando porque ya compró su triunfo, mientras la gente sigue chambeando duramente, porque la calle está más que dura, la calle está totalmente “caulla”, que debemos levantar cada cosa para llenar la barriga de nuestra estirpe que espera en casa.

Pero bueno, vaya usted con Dios, con el empresariado por quien hará lobby, con la autoridad que le solventa, y con quien sea que está apoyando su campaña. Vaya usted con diosito, y si ya no lo necesita me lo pasa, porque después que a usted le haga el milagro de llevarle al tan ansiado Congreso de  la República, me esforzaré para que me lo haga a mi también, y me de genialidad como lo dio a usted para mentir.