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Recuerdo que había salido de casa por unos asuntos personales. Cuando regresé en el contestador estaba el mensaje de mi hermano. Me decía la buena nueva que Claudia había nacido ese día e inclusive me detalló las medidas del nuevo miembro de la familia. Era un diez de diciembre y yo llevaba unos años en mi exilio voluntario muy lejos de la floresta y casi al cierre de mi primera novela. Aquel día era de un crudo invierno de este siglo. Desde entonces ha pasado mucha agua bajo el puente, son quince años. Ella, Claudia en la manigua, y yo en esta parte de la península. La relación con mi sobrina ha sido así, desde lejos. Con mis dos sobrinos mayores que ella fue diferente, eran más pequeños y vivía en Isla Grande. Pude seguir más su crecimiento desde sus primeras palabras hasta sus idas al colegio. Uno de ellos, con cierta seriedad en la mesa, me dijo que no era un bebe sino un nene y desde entonces los dos han quedado con ese mote familiar, los nenes. Así a la distancia hemos ido construyendo y tejiendo esa relación con Claudia. Un poco casi a ciegas, con fotos, comentarios de mi hermana o de los abuelos. Haciendo memoria en uno de los viajes a la floresta ella me reprochó con retintín amargo porqué la había abandonado. Me quedé sin respuesta ¿la abandoné? No había pasado por la cabeza que en mi decisión urgente del exilio voluntario abarcara a la palabra de abandono – ¿serán acaso algunos daños colaterales de las decisiones que uno toma? En todo caso, ella la hizo muy evidente. Pero para mí era una decisión importante. En ese sentido, Claudia siempre escarba las hendiduras de la existencia y es muy observadora. En otro momento de vuelta al marjal me dijo, tú ya no hueles como nosotros. Hueles a una persona que no vive aquí. Me quedé de piedra ¿era acaso un delfín colorado descafeinado? Sus palabras tenían un hondo sentido y cuestionaban mi pertenencia, mi identidad,  mi cercanía con la floresta que tanto apego tiene el nonno Miguel. Fue un rejonazo que me hizo preguntar sobre la relación con este lado de la fronda ¿es tenue?, ¿casi imperceptible?, ¿pende de un hilo? Hace poco hice una pregunta en mi blog a varias mujeres de la floresta, de diferentes edades, sobre su relación con este lado del bosque y entre ellas estaba mi sobrina que decía en la entradilla: “…que le gustaba escribir y decir lo que pienso”. Así es Claudia, va buscando y encontrando su camino.

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